Estadio Maracaná, 16 de julio de 1950. Brasil era campeón con el empate, tenía toda la fiesta preparada, y los dirigentes uruguayos (los mismos que se quedaron las medallas de oro y les dieron de plata a los jugadores) pensaban que perdiendo por 4 goles estábamos bien…
Pero los jugadores celestes, con el legendario Obdulio al mando, tenían preparada la mayor hazaña de la historia del deporte. Jugando “con los huevos en la punta de los botines” y convencidos de que “los de afuera son de palo”, los leones de Maracaná salieron a la cancha para tener su cita con la gloria. “Cumplidos sólo si somos campeones”, dijo Obdulio. El desenlace recibiría el nombre de Maracanazo, y el lugar de privilegio en las páginas de gloria del deporte mundial.
Friaça adelantó a Brasil, asegurando el título. El resto es historia conocida: Obdulio que agarra la pelota abajo del brazo y protesta órsai para enfriar la cosa, El Pepe Schiaffino que empata, y Ghiggia que enmudece al estadio entero a 11 minutos del final. El gran Alcides diría años después: “Sólo tres personas hicieron callar al Maracaná: El Papa, Frank Sinatra y yo”.
El silencio era ensordecedor. Con el pitazo del final, el mono Schubert Gambetta que agarra la pelota en el aire tras un córner, Uruguay era campeón. El protocolo establecido se fue a la mierda. El presidente de la FIFA, Jules Rimet, apareció en el campo de juego y, tan desconcertado como los jugadores y fanáticos locales, le entregó la Copa a Varela sin pronunciar ninguna palabra y se alejó. Dice la leyenda que Obdulio le dijo “Dame la copa y andá cagar”.
En medio de los festejos, los jugadores uruguayos quedaron conmocionados por el llanto y la tristeza que reinaba a su alrededor. “Tristeza nao tem fim”, gente que no encontraba consuelo y Obdulio que recorría los bares tomando con ellos, como sintiéndose culpable por haberles robado algo. Así de humilde era, inigualable y eternamente grande.
En nuestro país, se dividen las opiniones, hay quienes piensan que el Maracanazo nos hizo mal, y quienes lo recordamos todos los años como una fecha patria. lentamente, los medios dejaron de recordarlo, apenas se hace alguna tibia mención. Desde este humilde espacio hacemos nuestro homenaje a los eternos campeones.
Cada 16 de julio, el veloz puntero uruguayo Ghiggia eludirá a Bigode, el Negro Jefe protestará un órsai, el Mono Gambetta se comerá la cancha, Roque Máspoli se agrandará en el arco, Matías González será un león, el Pepe Schiaffino pondrá el cerebro y Julio Pérez la magia, el Omar Míguez le reclamará a Alcides por qué no se la pasó y el 7 le dirá que ahí está bien, Tejera, Rodríguez Andrade y Morán volverán a poner lo suyo. Cada 16 de julio, Juan López parará en la cancha a 11 leones que saldrán a jugar con los huevos en la punta de los botines. Todo esto pasará en el cielo.