Terminó el ciclo del Quetejedi en el combinado y es inevitable sentir una especie de vacío similar al que habrá sentido el Canario García cuando se dio cuenta de que ya no iba a poder levantar en la pata a ningún ágil elemento brazuca o porteño. Es lógico, uno se siente como solo cuando de golpe no está más el adversario de mil batallas.

Los dirigentes, aquellos a los que tan poco quería Obdulio, sacaron al hombre con quién pudimos no haber estado de acuerdo en alguna que otra ocasión; pero separemos los tantos: inculcó ferplei, sí, pero nunca metrosexualismo. El Quetejedi es más hombre de Pino Colbert que de alguna fragancia unisex, es raya al costado y algún “mijo” cuando alguno se retoba. Si en vez de tanta declaración de amor por Instagram, los players hubieran trancado más fuerte, metido alguna adentro del arco y no se hubieran comido goles de biógrafo en los últimos partidos, hoy estaríamos hablando de otra cosa.

Se va una persona a la que hemos enfrentado, sí, pero a la que le reconocemos que inculcó austeridad y jamás fue el padre de la criatura llamada exitismo. Un hombre que, aún en las antípodas, merece respeto por tener valores más cercanos a los de Obdulio y Nasazzi que a los de estos entrenadores modernos que leen libros de autoayuda. No olvidemos que fue él quien ordenó poner las gigantografías de nuestros dos próceres futbolísticos en el complejo para que los propios jugadores supieran quiénes eran.

Al final, con lo que el hincha calendarista se había encariñado era con el éxito. Y ahora hacen el culto a la juventud, entendiendo que un técnico tiene que vestir traje entallado y pasar el test de Cooper con nota. ¿Acaso don Roque Máspoli dirigiendo con 80 años andaba corriendo por el costado de la cancha? Quién sabe a qué nos enfrentaremos ahora, pero seguro que nunca será lo mismo. Por lo pronto, estaremos atentos a que ahora no venga uno que use chupines, se arregle la barba en la barbería mientras le hacen la manicure y planifique los entrenamientos con drones y otros artilugios.

Siempre; en el disenso, en el desacuerdo y también en la discrepancia, el respeto a un adversario que nos hizo mejores durante todos estos años. Al enemigo de fuste, siempre se lo va a reconocer. Sin que esto signifique que nos hayamos ablandado ni nada, solo es la certeza de que los tiempos pasados ya se han convertido en otra Celeste de antes. Acaso más descafeinada que las anteriores, pero sin dudas mucho más cercana a la esencia que las que vendrán. Y eso, es mérito del Quetejedi. Tal vez haya cometido errores como el de no incluir más ébano y muchachos del medio local, pero eso no amerita que lo saquen por hablarles mal a los periodistas. Cabe recordar que también supo renunciar un cargo en la FIFA por defender al player Luis Alberto Suárez y plantarse con bastón y todo frente a los chilenitos en su propio estadio, profiriendo algún improperio que captaron oportunamente los micrófonos de la televisión.

Si estas palabras le llegan, vaya para él un sincero y fuerte apretón de manos.