Qué difícil es encontrar algo para decir del partido que vimos anoche. Porque puede haber algún arreglo en caso excepcional, pero lo de ayer es una deshonra la rica tradición del buen pie argentino y el pie firme oriental, al “ataca Argentina, gol de Uruguay”, al “pegamos los primeros 10 minutos y después ganamos jugando al fútbol”. Demasiado guante blanco, muchachos, se les fue la mano. Decíamos antes, que este clásico hay que jugarlo como corresponde y eso no se vio.
Un amistoso con 55.000 espectadores en las tribunas, sin taludes ni tambores. Apenas alguna acción en la que los players orientales levantaron en la pata a los porteños, o tal vez la previa en la que algún patriota fue a recibir a los visitantes como corresponde. Si hasta se lo escuchamos decir al hijo de Pablo Forlán, el público que va a ver a la selección parece el del Auditorio del Sodre. Y corresponde decir que el propio hijo del Boniato se extraña. Sí, ¿por qué no decirlo? Si al final, fue parte del glorioso grupo del 2002 y vivió para contarlo por algo será.
Cualquiera de estos escenarios hubiera sido preferible: goleada argentina con 3 expulsados uruguayos y un público enardecido ante la dolorosa derrota, épica victoria oriental lograda desde la esencia de la pierna fuerte y la contundencia de nuestros delanteros marcando la cancha desde el minuto uno, o partido definido con un gol de casualidad en los descuentos jugando horrible pero apelando a las reservas anímicas y al centro a la olla. ¿Qué se vio en cambio? Algo tan inenarrable e inocuo, que hasta los teros parecían sin ganas.
Si así vamos a ir a jugar a Paraguay, estamos liquidados. Para peor, el hombre que interpretó como se debe jugar, no va a poder estar por suspensión. Quédese tranquilo, que con una selección de muchachos del medio local reforzada con algún repatriado, se vería otra cosa. No decimos ganarle a Argentina, porque tal vez sea mucho, pero usted podía dar por sentado que algo iba a ver en la cancha. Como decimos siempre, importa más la forma que el contenido. Si el equipo pierde, pero uno ve que los muchachos no se guardaron nada, los aplaude a rabiar.
A esta altura ya habría que ir pensando en la reimplementación del Consejo Único Juvenil, para volver a forjar a los botijas como en el pasado; habría que ir armando un comité de refundación de la Celeste, con el aporte invalorable de tantos héroes hoy alejados del ambiente, y por qué no motivar de alguna forma a la gente para que el público sea más como el que sale en la foto del Chengue dando la vuelta tras sus goles a Australia que como el que exige el programa del espectáculo a la entrada. Que vuelva el ambiente de los partidos de local de antes, que vuelva la mística sagrada del coloso de cemento y el fervor del hincha que no cantaba “Soy celeste”, que vuelva la pierna fuerte y el rigor, ¡que vuelva la Celeste de antes!