El clásico rioplatense tiene más historia que ningún otro y la historia está para ser respetada, que no le vendan otra cosa. Vamos a jugar el clásico de selecciones más antiguo del mundo, el que más veces se jugó, el que definió una final del mundo, una olímpica y varias sudamericanas. Ese clásico, es el que hay que jugar como se merece y como corresponde.

Por eso hay que dejarse de esas cosas que algunos pregonan de no silbar el himno rival, porque los mismos argentinos saben que venir a Uruguay y que no les silben el himno es como si no hubieran venido. No seríamos justos con la grandeza del rival, al que tenemos la obligación de ganarle y de hacerle sentir el rigor y la hostilidad de nuestro pueblo y de nuestros players.

A la hinchada de antes, usted no iba a decirle nada acerca de no silbar el himno visitante o de no putear al rival. Ese mismo hincha es el que fuera del país iba a encontrar motivación y un factor de resistencia en que nos hicieran lo mismo a nosotros. ¿Qué nos falta, cantar al unísono los himnos de todos los países que nos visitan, tomados de las manos con sus hinchas? Quédese tranquilo que ni ellos querrían eso, porque cuando nosotros vamos también disfrutan de insultarnos y chiflar durante la ejecución de las estrofas de nuestro Himno Nacional.

Está en cada uno de nosotros convencer al calendarista amigo o familiar que quiera ir a los partidos de que no vaya. Hágalo desistir, trate de que pierda el interés y reconquistemos los espacios que nunca debimos perder. ¿Es culpa del botija que esperó a la delegación argentina para cumplir su sueño de abrazar a Messi? No, la culpa viene de arriba, de la sociedad y de los allegados que no fomentan que el rival no debe ser un objeto de admiración cuando enfrente está la Celeste. Sin embargo, tuvimos que tolerar como en todos los medios se habló largo y tendido sobre este acto que no podemos permitir como país. Mire si en el ’30 los botijas orientales iban a andar esperando a Monti o a Paternoster, o si Maradona se la iba a llevar de arriba en el Mundialito por ser Maradona. No señor, la historia no entiende de concesiones de ningún tipo y de ninguno de los bandos. Que no nos roben la esencia del clásico rioplatense, por favor.

Debemos quedarnos con actitudes como las del botija Valverde, que cuando le preguntaron si soñaba con jugar contra Messi respondió que lo que quería era jugar con los uruguayos. ¿A quién se le ocurren esas preguntas? Que vuelva el respeto por el rival de antes, que incluye silbarle el himno, ir con los tambores al hotel, no sacarse fotos con él y solamente mirar lo nuestro. No jugar este clásico rioplatense con los dientes apretados dentro y fuera de la cancha, es faltarle el respeto a la historia. Que vuelva el público de antes, el inexpugnable coloso de cemento y la difícil visita a Montevideo, que vuelva la Celeste de antes!