La noticia corrió rápido, como sucede con todo hoy en día. La presencia del ex capitán del combinado en los medios se acrecentó hasta límites casi intolerables para un obdulista. El público calendarista, que lo había aclamado días atrás por haber obrado desde las sombras para traer la oferta de Nike para la camiseta, ahora se volvía a relamer ante la imagen del hombre con apodo de tía vieja plantando cara ante la bravía barra del San Pablo.

Y créannos que cuando escuchamos esta noticia, le dijimos al esclavo que era justo reconocer la actitud de alguien a quien tantas veces hemos fustigado y con razón. El portador del brazalete de capitán entre Paolo y Godín, nada menos, con actitudes tan alejadas de lo que defendemos como reflejos en el cabello, estaba a punto de obtener nuestro reconocimiento.

Pensamos, “tal vez fuimos demasiado duros con él en el pasado, y ahora el hombre sale y pone la cara contra una turba de bayanos enardecidos, caramba”. Las horas pasaban, y cada vez más gente relataba el hecho: la barra brava fue a apretar a los jugadores y terminó ovacionando a Lugano, y sacándose “selfis” con él.

Podríamos haber obviado esta última práctica, propia de los turistas japoneses o de los adolescentes fans de yastin biber, ya que los hinchas no solo dejaron de armar lío, sino que empezaron a aplaudir sonoramente al uruguayo, que como debe hacer un líder, solucionó los problemas y absorbió la presión…

Pero no. Con la misma sutileza de sus patadas a destiempo, nos derrumba cualquier atisbo de elogio, saliendo al paso contra la “torcida” paulista vistiendo un soutien. Y eso, exime de todo comentario. Una lástima, porque la intención era muy meritoria y destacable.

QUE VUELVAN LOS JUGADORES SIN SOUTIEN DE ANTES, QUE VUELVAN LAS BARRAS BRAVAS BRASILEÑAS DE ANTES, Y QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES.