Además del estreno de las camisetas más metrosexuales de la historia de nuestra selección, el saldo que nos queda de lo que acabamos de ver es de un triste empate ante una selección que ni siquiera va a estar en el mundial y un equipo sin presencia ni juego. Recordemos que el responsable técnico del equipo había señalado el martes que la prioridad de este partido no era el resultado sino el “rendimiento y el comportamiento”. ¿Qué otra cosa podíamos esperar?
Un primer tiempo en el que jugamos con desventaja numérica ya que el hijo japonés de Pablo Forlán se limitó a analizar el colorido de las tribunas y a aprender alemán hablando con algún defensa para expresarse luego en la conferencia de prensa. Pero de correr o jugar, nada. Seguro que ahora está tomando té verde y comiendo sushi en el vestuario el señorito. Lo mismo el pseudo capitán que parecía una estatua viviente, quedó regalado en el gol rival, cobró con un austríaco y todavía se fue lesionado y lloriqueando.
A destacar lo del Cebolla, que recibió un golpe en la ceja y luego la devolvió pegándole una patada en el pecho a Novick que estaba dando una mano en el arco austríaco. Regla esencial del fútbol uruguayo: si te pegan una, la devolvés, al que sea, no importa si no fue al mismo que te pegó. Lo del “capitán”, vergonzoso, indigno de portar el brazalete.
También destacable lo de Stuani, que ya ha mostrado algunas veces buena actitud poniendo pierna firme y una buzarda cervecera que se dejaba ver en la alicrada malla celeste. Además, luego de tantas muestras de metrosexualismo, muslerita sorprendió al mundo con una indumentaria negra emulando a Mazurka, pero mucho va a tener que remar este botija, muchísimo. Pero al menos dejó atrás los colores flúo, y correspondía decirlo.
Para el segundo tiempo, el que te dije elevó el nivel de metrosexualismo a límites impensados, con el ingreso de Ramírez que luce un peinado de mujer con vincha y Lodeiro para hacer juego con el frío reinante. Aquellos aficionados austríacos que concurrieron al estadio a ver a un recio team oriental, deben estar haciendo cola para reclamar el precio del a entrada, porque fueron estafados. Seguro los espectadores recuerdan a representativos orientales de otras épocas, con jugadores de bigote y pierna fuerte, casi bárbaros incivilizados que se plantaban ante cualquiera.
Y aquí es dónde nos queremos detener. Uruguay siempre se caracterizó por algo: si no podíamos ganar, la pudríamos. Si jugaban mejor que nosotros, la pudríamos. Si alguno se ponía bobo, nos turnábamos para pegarle hasta que llorando pidiera el cambio. Y si no daba para pudrirla, al menos siempre teníamos a alguno que jugaba bien. Ahora somos tan tristes que ni pegamos ni jugamos bien. ¿Para qué carajo vamos? La tibieza de este equipo es algo inaudito, y para colmo de males faltando diez minutos hizo su ingreso el hijo predilecto del innombrable, como para decirnos “¿vieron?, les metí al Tata giles”.
En síntesis, mientras los medios destacan la “buena imagen” que dejó Uruguay, y lo saludable de no haber tenido expulsados, nos quedamos calientes porque ya vemos lo que se viene para el mundial. Todavía está a tiempo señor, acuérdese que Pablo García, Darío Rodríguez, Pablo Melo y Marito Regueiro son uruguayos! QUE VUELVA AL MENOS ALGO DE LA CELESTE DE ANTES!