Mariscal de fina estampa, picando mármol o delanteros

Todo el mundo sabe que José Nasazzi ganó tres campeonatos mundiales en 1924, 1928 y 1930. Pero poco se sabe de su vida personal, tal vez sepultada por el paso del tiempo y la importancia de su gloria deportiva. Pero es siempre oportuno resaltar los valores de trabajo, de esfuerzo y sacrificio de aquellos atletas que dieron todo por el país y por la malla color cielo. Por ejemplo, mientras daba sus primeros pasos futbolísticos en Primera División, el Mariscal compartía su actividad con el trabajo a destajo en una marmolería.

Ya de grande y con la primaria concluida, para ayudar a paliar las necesidades que había en su casa, consiguió trabajo en la “fábrica de mármol”, como llamaban en el barrio a los talleres de la Compañía de Materiales de Construcción, donde se trabajaba el mármol que llegaba por tren desde las canteras de Burgueño en Minas, para revestir el Palacio Legislativo.

José Nasazzi trabajaba entonces en los talleres de marmolistas que cortaban, desbrozaban y pulían las piedras-lozas de mármol para el revestimiento del enorme Palacio, entonces en construcción. Y así, en el enorme taller de la “fábrica de mármol” que daba frente a la calle Uruguayana, entre el repiquetear de los martillos, todo a maza y punta, como uno más de los centenares de muchachos que se ganaban el jornal, estaba el predestinado Capitán y Gloria Olímpica y Mundial. Cuando le anunciaron, meta marrón en el taller, que el sueño de ir a Europa ya era cierto, y que el viaje a París para jugar la Olimpíada quedaba confirmado, tiró la pesada maceta de marmolista y exclamó confiado: “Nunca más te voy a agarrar en mi vida”.

Y fue cierto. Al regresar al país al frente de sus triunfales huestes, fue nombrado empleado de los Casinos Municipales de Montevideo. La estampa atlética del gran capitán se convirtió así en la elegancia de un “croupier” de hábiles manos y sobria estampa, que infundía el respeto en los veraneantes porteños y atraía las miradas de las señoritas.

¿Cuánto valdría un Nasazzi hoy en día? Nunca podríamos calcular el valor de aquellos esforzados atletas que le metían sin asco a las 8 horas y luego se aplicaban de cuerpo entero a la calistenia y al entrenamiento futbolístico. Por si fuera poco, todavía salían campeones de América y del mundo. ¿En qué fallamos luego?

QUE VUELVAN LOS JUGADORES LABURANTES, LOS QUE AYUDABAN EN LA CASA Y SE ROMPÍAN EL LOMO DENTRO Y FUERA DE LA CANCHA, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!