Siempre duele darse de frente contra la realidad, pero a veces es necesario. Pasó el debut mundialista, que no dejó mucho salvo una certeza: cuando se vio que no se podía ganar a lo Barcelona de Guardiola, ¿qué apareció? Sí señores, la vieja y denostada receta: el gol del back con centro de un player de ébano a los 89 minutos. Para los que no quieren que vuelva la celeste de antes, siempre vuelve.

Da para pensar, porque se esperó demasiado para apelar a la vieja fórmula. Ya vimos que la salida prolija, ordenada y el franeleo con la pelota conforman un traje que no nos queda bien. Por eso, mientras el público exitista vuelve en sí, todavía azorado de no haber sabido como festejar un triunfo agónico y con las gónadas a la altura de la nuez; es tiempo de barajar y dar de nuevo. Esta performance fue para poner las barbas en remojo, ganando la estadística de posesión y terminando el match con cero amarillas. Para peor, ¿cuánta gente vimos hablando de lo fuertes físicamente que eran los descendientes de Tutankamón? Si no se puede marcar presencia contra Egipto, ¿qué dejamos para cuando nos toquen los árabes, los rusos y los que deberían venir después?

Fue raro ver a tantos compatriotas presentes en las tribunas, lejos, muy lejos de aquellas hinchadas uruguayas de antaño, compuestas por los camaradas residentes en Australia y Elizabeth New Jersey que animaban con sus tambores y su algarabía contagiosa durante los 90 minutos. Ahora había gorros tipo zar ruso con los colores de Uruguay, mucha cara pintada y pelucas celeste, mucha fotito, merchandaising, ola y glamur.

Yendo a lo estrictamente futbolístico, es preciso recordar que entre tanto abdominal y figura estilizada, lo que empujó al equipo fue la figura jorobada y de incipiente calvicie del gran capitán Roberto Godín. Un dato de la realidad, de los que gusta señalar el quetejedi en sus alocuciones.

¿Cuándo llegó el mejor momento del equipo? Cuando sacó a los bastriboys del medio (Nández, De la Rasqueta y Vecino) y puso a un gordito, un semi ébano y un enano (Cebolla, Sánchez y Torreira), con todo el respeto a dichos players. Habremos perdido en altura, en técnica y en gritos de las calendaristas, pero ganamos en oficio y presencia. Que la cuenten como quieran, pero este es otro dato incontrastable de la realidad.

La conclusión es unánime:  posesión y el juego atildado: 0 goles. Centro bombeado y cabezazo de un back: 1 gol. Otro dato de la realidad, como lo es el hecho de que por más que quieran barrer para abajo de la alfombra, la esencia siempre vuelve.