Néstor Gabriel Cedrés fue un jugador potente y con huevos, pero además le agregaba técnica e inteligencia. Un jugador muy completo que sin que le diera el nivel para ser estrella absoluta de la selección o de sus equipos , era un muy buen jugador. Un volante por derecha, el típico 8 con traslado, juego aéreo, algo de marca y gol, que podía hacer las veces de enganche o media punta si era necesario.
En una época en la que los jugadores se preocupan más de otras cosas que del fútbol en sí, una mayor dosis de tipos como Cedrés y otros de su época en un plantel es lo que le haría falta a la Celeste.
El Gaby Cedrés dejó todo en los 27 partidos que jugó con la selección, y nunca se notó en su rendimiento que le daba al mate y al cigarrillo como loco. Cuentan que hasta el DT argentino Babington (que lo dirigío en Argentinos Jrs.) se sorprendió cuando entro en su habitación ya que del humo parecia Londres.
Todos los que recuerdan a este jugador guardan memoria de lo que corría, y de lo que metía. Aparte de gran jugador, dejó el recuerdo de ser un guapo de los que en Argentina no había, se dice que una vez en un boliche le dio una paliza él solo a dos jugadores de la selección argentina de rugby, Los Pumas. En tiempos donde cualquiera nos lleva de pesado, se extrañan este tipo de jugadores como Cedrés, como tantos otros a los que daba placer verlos jugar y dejar todo en la cancha como verdaderos caballeros del deporte.
Dejamos algunas preguntas efectuadas a Cedrés por un medio argentino (el esclavo no se acuerda ni de donde lo sacó) y sus respuestas para enmarcar y mostrarle a los botijas.
– ¿Cuál fue el principal vicio en tu carrera? “Fumar, de repente”.
– ¿Alguna vez fuiste primero en la fila? “Pahhhh, creo que no, ni en baby. No me daban las condiciones para ir primero (risas) y aparte porque el grupo está atrás, el que va adelante es el gurí, hasta que aprende, y el más grande viene atrás y le grita: “¡Qué leche tenés, aflojale un poco!”. La semana ayuda un montón, pero el que juega, juega el domingo; en las prácticas no se saca ventaja, y cuando sos más chico de repente pensás que sí”.
– Marcás diferencia o a esta altura te cuesta? “Me entrevero ahí, me peleo con los jueces, con los rivales. Cuando digo “me peleo” es que discuto, hago cosas que no puedo hacer en mi casa, activo un poco la mente. Siempre fui medio pícaro para los detalles, me gustaba sacar ventaja, confundir al juez o al línea. La pelota salía dividida, y yo la agarraba y sacaba rápido. Algunos no se animan, piensan que por tratarse de una autoridad no les podés hablar, lo mismo que a los milicos o a presidentes de clubes. Si lo hacés con respeto, ¿cuál es el problema?”.
– ¿Existe la garra uruguaya o es un mito? “Existe, es una forma distinta de jugar. No es cagarte a patadas, eh, es una forma de sentir el fútbol, de chocarlo, de querer ganar, de sacar a veces ventaja en la parte física cuando te ves en inferioridad de condiciones”.
– ¿Luis Suárez aprendió a morder rivales viéndote a vos? “Lo mío fue más discreto: terminó el partido, discutíamos con Aquino, de Cerro Porteño, y para no pegarle delante de todos, lo mordí un poquito, de impotencia. Son reacciones entendibles para el que estuvo adentro y sabe lo que es esa situación”.
– ¿¡Morder es entendible!? “No justifico morder ni pegar una piña, no está bien, pero te puede pasar. Está mal. Como fumar”.
– El compañero al que más admiraste. “En mi primera época me marcaron los grandes, como Mario Saralegui: la garra charrúa, que siempre podés un poquito más, transmisiones de grandes a chico, cosas que hoy no se ven porque el chico le da poca bola al grande”.