Tras la gresca del clásico del 2000, y de ser procesados con prisión, los jugadores de Peñarol y Nacional compartían el piso 8 de Cárcel Central junto a otros cinco presos comunes que tuvieron el gran privilegio de compartir la celda con sus ídolos. Bajo las órdenes del gran Julio César Ribas, era imprescindible que los profesionales comenzaran a utilizar de la mejor manera su tiempo ocioso, y comenzaron a entrenar dentro del recinto carcelario.

Aunque no se trababa del mejor lugar para realizar este tipo de ejercicios, el gladiador no quería que se quedaran parados ya que la actividad continuaba. Debe ser una experiencia inolvidable para los jugadores haber tenido el apoyo de Julio y sus gritos de guerra para no decaer durante los días de reclusión. La parte destacable de la anécdota viene por el lado de que Ribas además de entrenar a sus jugadores, entrenó también a los de Nacional para que no perdieran estado físico.

En principio utilizaron todos los espacios posibles e incluso las escaleras del primero al octavo piso, con las debidas precauciones de no provocar disturbios en los otros pisos carcelarios con el permiso de las autoridades. Además, los jugadores encarcelados recibieron autorización para entrenar bajo custodia policial en una cancha junto a otros detenidos, jugando partidos con los internos para no perder estado físico.

Años después, uno de los procesados con prisión, Darío Rodríguez, recordaba en varias notas: “Después de aquel clásico fuimos como quien dice a declarar y nos tocó estar como diez días más en Cárcel Central. Los muchachos que estaban ahí, privados de la libertad, se portaron bárbaro con nosotros desde el primer momento. Así pasaron los días, pero no fue para nada fácil. Estás en una cárcel y es complicado”. Nótese la humildad de estos grandes, varios de ellos luego mundialistas en el 2002, resaltando el buen trato de los presos y no teniendo problemas en compartir reclusión con ellos.

Richard Morales, otro de los protagonistas de aquella gresca y procesado con prisión también, reflexionó: “Fue defendiendo nuestros colores y el pan de cada uno, porque uno no comparte eso de la violencia en el fútbol, pero uno vive de eso. Yo creo que tiene un poquito más de justificativo pelearse adentro de una cancha porque te están sacando la comida de la boca o algo por el estilo. Entonces, tiene un poquito más de argumento como para decir, bueno, yo estoy defendiendo lo que me está dando de comer no solo a mí sino a mi familia. Y eso fue lo que pasó. Cada uno con sus sentimientos y su algarabía en ese momento”.

Sobre su experiencia tras las rejas, el “Chengue” confesó que “La cárcel a mí me marcó mucho. Por lo que nos tocó vivir, como experiencia de vida, y conocer gente y darme cuenta de muchísimas cosas. Ahí (en la cárcel) no tuvimos ningún problema (entre los de Nacional y Peñarol), al contrario. Mismo Julio (Ribas) entrenó al Flaco Vanzini y a Mario Regueiro para jugar contra él, así que, eso demuestra muchísimas cosas”.

Reconociendo los valores del gladiador, el Chengue dijo: “Mario y el Flaco tienen que estar agradecidos con Julio porque no solo entrenaba a los jugadores de él, sino que entrenaba a los rivales que iba a tener en las finales, y a su vez Mario fue un jugador clave en esas finales que Nacional termina ganando”. Yo no entrenaba porque sabía que no iba a jugar, porque…¡cadena perpetua me iban a dar! No jugaba más, ¿para qué iba a entrenar?”. Vale recordar que el Chengue y Julio se habían dado unas buenas piñas en la recordada trifulca, y ninguno fue a pedir que no los tuvieran en la misma celda, sino que primó la hombría de bien y se forjaron amistades que perduraron para siempre (por ejemplo el Chengue recomendó a Julio para dirigir a Fénix, y en el 2002 junto con Darío protagonizaron la célebre excursión al vestuario de Senegal).

Estos son los códigos y principios que destacamos, los de un entrenador y jugadores que en la cárcel pudieron solucionar sus diferencias como hombres, conviviendo tranquilamente luego de aclarados los tantos. Capítulo aparte para el gesto de Ribas de entrenar a los jugadores del rival, y para el Chengue por reconocerlo. Los obdulistas deben ser unidos, por encima de camisetas circunstanciales. QUE VUELVAN LOS CÓDIGOS CARCELARIOS DE ANTES, LAS GRESCAS DE ANTES, LOS ENTRENAMIENTOS EN LA CÁRCEL DE ANTES, Y QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!