Un estadio vacío, hinchas con guantes de lana rosados, un pabellón patrio portado por nipones, japoneses cantando canciones al hijo de Pablo Forlán.

Todo eso está ocurriendo hoy en el país de los samurais y las geishas, antes conocido por ser un país de hombres recios que no dudaban en hacerse el harakiri si la ocasión lo ameritaba. Ni siquiera son las mismas hinchadas japonesas de la época en la que Pedro Catalino Pedrucci regaba de magia los campos de la tierra del sol naciente.

Hasta ahí llegó la semilla del metrosexualismo, del hombre que se encarga de deshonrar a su padre y a su patria en tierras japonesas. Y créanos, camarada obdulista, que esto nos avergüenza.

Tómese el trabajo insalubre de visionar este video que el esclavo nos hizo llegar, para entender la magnitud del hecho. Nosotros, que estamos acostumbrados a recibir con orgullo las muestras de apoyo incondicional de los bravos hinchas griegos hacia nuestro prócer Pablo García, que supimos disfrutar de la locura desatada por las patadas de Paolo Montero en los tiffosi de la Juventus, que supimos callar a un estadio con 200.000 personas, hoy nos vemos rebajados a esta afrenta de intento de hinchada, intento de canciones y con una frialdad acorde a la que sabe llevar ricitos de oro forlán en cada lugar que visita.

A esta altura estamos seguros de que lo mejor sería unir las voluntades del pueblo oriental (nosotros) para solicitar a las autoridades que cierren las fronteras a este engendro para que no vuelva a vestir la camiseta que supo ser usada por tantas glorias celestes. QUE VUELVAN LAS HINCHADAS JAPONESAS DE ANTES, QUE VUELVAN LOS REPATRIADOS DE ANTES, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!