José Nasazzi nació el 24 de Mayo de 1901 en Montevideo, hijo de un inmigrante italiano, don Giuseppe y de doña María, hija de vascos. Como tenía los ojos saltones y muy claros, de botija lo llamaban “El Terrible”. En la década de 1920 fue considerado uno de los mejores defensas del mundo y el mejor del fútbol uruguayo. Quienes lo conocieron, aseguran que además fue un gran referente fuera de las canchas y un gran consejero de sus amigos, que permanentemente buscaban su sabia palabra.
Se caracterizó por ser un defensa fuerte, veloz, de gran recuperación, excelente ubicación, perfecto en el juego aéreo gracias a su 1.82 y gran fortaleza, y seguro por bajo. No era un zaguero muy técnico. Se destacaba por su tremenda personalidad, por su innata condición de mando, por su coraje, por el gran ascendiente sobre sus compañeros. Fue “patrón”, caudillo y conductor. Fue “El Mariscal” que en su brillante carrera prácticamente no conoció la derrota, esa palabra no estaba en su diccionario. Nasazzi jugaba y ganaba, fue así como se consagró campeón de casi todos los campeonatos que disputó.
Desde su puesto de zaguero derecho o zaguero atrasado, como se decía en la época, era el último y formidable escollo contra el que morían las intenciones de ataque de los rivales. De fuerte personalidad, era capitán indiscutido en una época en la que no existía entrenador, y además era el estratega del cuadro. Aún en los partidos internacionales imponía su supremacía espiritual sobre sus compañeros. Nombraba los titulares y formó conjuntos famosos porque su sabiduría en el fútbol era única. Es famosa la anécdota previa al mundial del ’50, cuando le dijo al entrenador celeste Juan López: “Tenés que llevar a Matías González, el back de Cerro”, y González fue “El león de Maracaná”. ¡Algo sabría el Mariscal!
El escenario para ensayar su irresistible autoridad natural fue la canchita de la Capilla de los Padres Salesianos de la calle Maturana. Allí, bajo la tutela del Padre Guerra, se armaban unos partidos bárbaros. En 1918, con 17 años , firmó por el Club Lito en donde actuó hasta 1920. Juega en Bella Vista entre 1922 y 1932. En 1925 jugó a préstamo en Nacional durante la gira por Europa y finalmente debuta en forma oficial en el año 1933. En 1925, en plena gira por Europa, Nacional golea 6 a 0 al Combinado Tirolés austriaco, en el Estadio de Innsbruck. Lo destacado, además de la goleada, fue que el “Mariscal” se mandó cuatro goles, algo inusual para un back. Con la Celeste ganó todo lo que se podía ganar, cuatro Copas América, los oros olímpicos de 1924 y 1928 y el Mundial del ’30, Colgó sus gloriosos botines después de veinte años de actividad , un 2 de mayo de 1937 jugando por el Torneo de Honor contra su querido Bella Vista.
Nasazzi era capitán porque había nacido para serlo. Sus compañeros lo admiraban, obedecían, respetaban y temían. Se refugiaban en él como si fuera un padre. Capitán indiscutido de la Selección Uruguaya, la defendió en 59 partidos y salió victorioso en nada menos que 46 de ellos. Si seria grande como caudillo que en el entretiempo de la final de 1930 frente a los argentinos, arengó a sus compañeros de equipo, que perdían 2 a 1 y terminaron ganando 4 a 2. Dijo el ingeniero Fischer Vicepresidente de la FIFA : “Mientras estos once de José Nasazzi puedan caminar, seguirán siendo Campeones del Mundo”.
En 1945 pasó a dirigir a la selección Uruguaya, más tarde, trabajó como periodista de radio. Hizo carrera como funcionario de los Casinos Municipales y cuando alcanzó la Gerencia General, el destino hizo que una cruel enfermedad se lo fuera devorando de a poco. Murió el 17 de junio de 1968 y desde La Plata, como en otras tantas ocasiones, vinieron sus amigos argentinos, rivales de tantas lides, entre ellos el capitán Nolo Ferreira a despedirse. Todo lo demás, su vida en el fútbol, sus hazañas y sus vueltas olímpicas, es otra historia. ¡Salú, Mariscal! ¡QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!