Gerardo Federico Magallanes es para muchos un personaje controvertido de la celeste de antes, dueño de una zurda prodigiosa que lo llevó a perfilarse como una de las mayores promesas del fútbol uruguayo desde que debutó y deslumbró en un Sudamericano sub 17 con la blusa color cielo.
Sus declaraciones a veces picantes y en varias ocasiones en tercera persona, lo hicieron ir ganando un espacio mediático que por momentos eclipsó lo muy bueno que hizo dentro de la cancha. Con su cabellera larga y enrulada, el Pelusa pasó luego sin demasiado suceso por la selección Sub 23 que disputó el Preolímpico de 1996. Allí, su relacionamiento con el cuerpo técnico encabezado por el Pichón Núñez y su asistente Fernando Morena no fue el mejor. Tuvo un cruce bastante fuerte con Morena, pero más recordadas son sus declaraciones al respecto: “No no pasó nada, todo bien, pa’ Magallanes lo ma’ importante es la selesión y uno solo piensa en eso…”.
Antes, el 20 de setiembre de 1995 en Jerusalem, hizo su estreno con la celeste a nivel mayor, en un amistoso con derrota 3-1 a manos de Israel afrontado con un combinado de futbolistas del medio local. Con Daniel Passarella como técnico se volvió a poner la celeste el 15 de agosto de 2000, cuando se perdió 1-0 con Colombia en Bogotá. Casi 20 días después fue figura en el 4-0 sobre Ecuador en Montevideo, abriendo la cuenta con un soberbio tiro libre en el arco de la Colombes, y de ahí en más fue número puesto totalizando 11 presencias y tres goles en el camino a Corea-Japón 2002. Se recuerdan los penales ejecutados por el Pelusa en el Centenario, en el 1-0 ante Brasil y en el empate a uno contra Colombia, aquella tarde en que el árbitro italiano Colina le perdonó la vida y Víctor Haroldo Púa debió sustituirlo en el entretiempo para que no lo expulsaran. Ya en el repechaje contra Australia, el técnico celeste lo sacó a los 65’ y le salió bien, ya que el que entró fue el Chengue para sellar la clasificación a la Copa del Mundo.
Al Mundial, Magallanes llegó con algo de rodaje del Venecia, club que ese año descendió a la B de Italia. En el debut contra Dinamarca entró por Darío Rodríguez a los 87’, en un desesperado intento por empatar, y contra Francia sustituyó a Darío Silva a los 60’ cuando, según cuenta la leyenda, el que iba a entrar era el hijo de Pablo Forlán (seguro el Pelusa se tuvo fe y se lo hizo saber a Púa) . Un latigazo que le tapó Barthez e impidió el triunfo uruguayo, fue su último aporte en la selección.
Nunca más volvió a ponerse la celeste, con la que cerró su participación con 26 presencias y seis goles. Tras ese Mundial de Corea y Japón, inició un periplo marcado por la poca continuidad y los descensos. Se dice que Fonseca y Paolo junto con el Negro Mende y el Gato Romero le hicieron un asado despedida pero no fue nadie. Después del retiro trabajó para Paco, ese mago que lo colocó en los mejores equipos. Es obvio que el gran benefactor del fútbol uruguayo vio buena madera en este elemento.
El Pelusa Magallanes tuvo su momento de idolatría en Uruguay, especialmente en las Eliminatorias 2002, donde le convirtió goles a Argentina y Brasil. Pero a la vez fue un personaje que generaba mucha antipatía en algún sector, e incluso fue tildado de metrosexual en alguna oportunidad. Como punto destacado, su nula comunidad con el hincha, totalmente alejado de lo que podría ser el exitismo y el calendarismo. Como se dijo, también la dosis justa de desobediencia a las órdenes del técnico, además pateó el penal contra Brasil de pesado ya que Recoba justo tuvo una indisposición estomacal en ese momento. El Pelusa también dividía a aquel fantástico plantel. Para nosotros es claramente un exponente de los Viejos Valores y merece este justo homenaje en vida.
QUE VUELVAN LOS JUGADORES DISCUTIDOS, PUDREPLANTELES Y CON HUEVO DE ANTES, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!