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Si hay un personaje en el que se puede sintetizar la idiosincrasia del fútbol uruguayo en la dimensión que nos interesa, ese es Washington Etchamendi, el Pulpa. El hombre nacido en un pueblo de Paysandú, el técnico de fútbol, el amigo de sus amigos, el hombre duro y tierno a la vez, a veces desconsiderado y ordinario, y por sobre todas las cosas un filósofo popular, ese era el Pulpa.Nunca llegó a jugar en el fútbol profesional, ya que los 19 años una grave lesión de rótula lo marginó en forma definitiva de las canchas. Fue un personaje, no sólo por sus anécdotas, sino también por sus dichos, fruto de su enorme “carpeta”. Así, cuando el fútbol empezaba a ser cada día defensivo, repetía: “En el mundo cada vez hacen más falta dos cosas: ¡democracia y delanteros!”.

Una figura de un Uruguay pasado, del que quedan pocos vestigios. De hombres de boliche, con códigos de barrio y picardía criolla. El Pulpa fue conocido por tener mil y una anécdotas, además de haber ganado todo con Nacional y haber dirigido en otros países. Muchos veteranos lo recuerdan como lo que pasó a ser luego de su temprana muerte, una leyenda. Dueño absoluto de la picardía callejera, con una graciosa forma de expresarse (a veces folklórica y ocurrente, pero siempre gráfica y directa), tenía una forma muy pasional de vivir el fútbol. Murió al borde de la cancha, dirigiendo en Colombia a los 55 años. Su partida lo inmortalizó a través de sus recordadas anécdotas.

En una oportunidad, cuando un amigo le reprochó que llevara al equipo que dirigía a un jugador muy capaz pero complicado como persona, el “Pulpa” se defendió diciendo: “Dónde está el problema, si yo no lo quiero para hermano ni para yerno. Yo lo quiero para que esté los domingos de tres a cinco de la tarde en la cancha, haciendo goles…”. Otra vez,, tratando de encontrar una solución a los escasos resultados positivos de Uruguay, apuntó: “Saben cuál es el problema uruguayo, que todos somos muy vivos. Habría que traer dos o tres camiones de bobos y mezclarlos, a ver si conseguimos mejorar la especie”. Estando en Colombia un periodista le preguntó: “Profesor, ¿por qué se viste tan mal?. El “Pulpa” lo miró y le contestó en seco: “Yo no me visto, me tapo”.pulpaechamen

No hubo nadie que supiera hablarle al jugador como el Pulpa. Una vez, Nacional va a jugar con Botafogo en el Maracaná, por la Libertadores. Etchamendi le dice a Alfredo Amarillo: “¿Quién es mejor, usted o Jairzinho?” Amarillo, con 18 años, le dice: “Y… Jairzinho, maestro”. Entonces lo miró serio y con su voz ronca le dice: “¡Usted es un hijo de puta…, a usted yo no tendría ni que ponerlo…!’” Amarillo marcó a Jairzinho y lo anuló. Era costumbre de decirle a los jugadores antes de un partido: “Usted va a jugar… ¡No se me cague!”. Otra vez, un delantero erró un gol imposible. Etchamendi va y lo encara y le dice: “¿Qué le pasó?”  Y el jugador le contesta: ‘La verdad es que no esperaba la pelota…’ Y Etchamendi se calentó: “¿Y qué esperaba? ¿Qué cosa esperaba en el área? ¡Que cayera un boniato en vez de una pelota de fútbol!”.

El concepto de futbolista para el “Pulpa” era el siguiente: “Al jugador lo quiero atrevido, acorazado, con las durezas de la vida callejera, irrespetuoso con la pelota y con toda la inventiva del vivo… Los quiero salidos de los barrios más humildes, de esos que alguna vez han tenido hambre de verdad y que por eso conocen el valor de ganarse un bocado. Con esos, no perdés nunca. Los que no tuvieron un colchón blando, ¿sabés cómo defienden una frazada?”. Genio y figura ante quien fuera, hay una anécdota contada por el Dr. Carlos Suero . en 1971, Nacional viaja a España y es recibido por el embajador Jorge Pacheco Areco. Al llegar al turno de saludar al Pulpa, Pacheco le dice ” Cómo le va? ¿Cómo están las cosas por Montevideo?`”. La respuesta: “Y… como nos dejó usted… ¡esquivando las balas por 18 de Julio…!”.

pulpa_etchamendiLos periodistas jamás se aburrieron con el “Pulpa” que regalaba titulares en cada comparecencia pública pues tenía un concepto único del fútbol y la vida. Etchamendi fue uno de los mejores entrenadores sudamericanos de su generación. Con él se fue un singular protagonista del mundo del fútbol, de esos que ya no existen. Además de un gran entrenador, sabía todo de la vida, de la noche y de los boliches, un libro abierto. Un entrenador con la cultura de la calle, las letras y la vida, de personalidad arrolladora, que en sus frases simbolizaba los valores que hoy añoramos tanto. Su sapiencia y sus inmortales frases jamás serán devoradas por el olvido. El Pulpa era la máxima expresión de la uruguayez. Su ingenio, sus salidas, su permanente buen humor, sus ironías, su capacidad de motivación lo hacen un referente del fútbol sudamericano. Una vez, un periodista chileno le dijo “los uruguayos viven de recuerdos”, a lo que el Pulpa responde “Porque los tenemos”.