Cuando el pueblo obdulista habla, lo hace con la agudeza y la sabiduría de aquellos que tienen las cosas claras. Por eso, no es casualidad que lleguen a nuestros ojos infinidad de mensajes notando lo mismo: Roberto Cavani está haciendo todo lo que puede hacer un hijo de Obdulio para caernos en gracia. Y vaya si lo logró, justo es decirlo. Sería imposible cuantificar en una escala de Viejos Valores, todo lo que ha plasmado el hermano de Patoruzú Guglielmone en los últimos días.
Deje de lado la voz aflautada, al fin y al cabo es la que le tocó al hombre. Olvide también sus videos cocinando en una lujosa casa parisina, o el hecho de que use secador de cabello. Piense que este mismo Roberto Cavani es el mismo compatriota que ya ha sabido dar muestras de su humildad, por ejemplo, viajando en ómnibus de Montevideo a Salto sin que se le caiga ningún anillo. Por eso, esta nueva presencia del ariete en suelo oriental nos pone en la obligación de reconocer a viva voz todas las saludables señales de obdulismo que ha ido plasmando para beneplácito de esta comunidad.
Primero fue un guiso caldudo compartido con los amigos de siempre, en una cocina donde no se discrimina a las manchas de humedad y no hace falta vestirse de etiqueta. Para algunos uruguayos de ahora, la vestimenta de Roberto se asemejaba a la de un cuidacoches; para nosotros es una muestra de sencillez, valor fundamental en un oriental de bien. Punto para él. Después, una foto cazando un jabalí, a la manera de un Darío Silva, un O’Neill o un Pablo García. Ser una estrella del fútbol europeo, no deberá jamás interponerse entre un hombre y sus costumbres autóctonas. Otro punto a favor. Por último, un nuevo viaje en ómnibus de línea desde Salto a Montevideo, ratificando que lo de la otra vez no fue casualidad. En el ómnibus, puede ir comiendo tranquilo el jabalí feteado que sobró, y después realizar la correspondiente siesta para quedar pronto para la práctica (actividades que no podría llevar a cabo si tuviera que manejar). A esta altura, ya venía siendo unánimemente aclamado por el pueblo obdulista.
Pero ojo, no perdamos de vista algo importante. Estar hablando de estas cosas, solo es consecuencia de la decadencia en valores que ha venido viviendo nuestro país. ¿Destacarlo? Sí, pero no olvidemos que alguna vez, todo esto fue lo normal. Nasazzi picaba mármol en el Palacio Legislativo y después picó piernas por América y Europa, Obdulio se defendía en la constru igual o mejor que en el medio de la cancha, el Chengue cargó cajones en el mercado como el mejor. Muchos guerreros celestes han sabido comer un guiso, en épocas en las que el sushi solo se comía en algún suburbio de Japón; también unos cuantos players gloriosos supieron destacarse en la caza y la pesca en algún campamento y el viaje en ómnibus era moneda corriente, pero todos los días a las seis de la mañana. Claro, en el país de los calendaristas, el Cavani que come guiso/caza jabalíes/anda en ómnibus; es obdulista. No podíamos dejar de destacarlo.
Que vuelvan las saludables costumbres uruguayas de antes, ¡que vuelva la celeste de antes!