No parece ser un partido en la altura la oportunidad más propicia para ponerse a inventar. Por lo pronto, no es un entorno favorable para los mediocampos atildados, los zagueros lentos, los laterales sin subida ni marca y los nueves con poca movilidad. La receta parecería indicar que hay que ir a esos lugares inhóspitos con alguna de estas cosas: un goalkeeper en estado de gracia, una línea de 5, un doble 5 de brega o un delantero que pueda dominar la número 5 con cierto grado de destreza. Adivinó, no tuvo el combinado ninguno de esos elementos a su favor.
Esperar, morder, abroquelarse, juntar líneas y contragolpear efectivamente. Parecería que esa es la forma de sacar ese empate o incluso ese 1-0 milagroso ante un equipo adaptado a jugar donde no sobra el oxígeno. Y otra cosa, está en la tapa del libro que hay que incluir desde el vamos a todo aquel elemento con pasaporte uruguayo y vacunas al día que actúe en medios con altura y se encuentre en la lista de buena fe. Dicho esto, el popular muchacho que bebe Rodríguez debió ser titular, como demostró en su tardío ingreso. ¿No se pudo haber apelado incluso a la experiencia de un William Ferreira o un Toco Maldonado en la altura?
A todas estas carencias, cabe agregar la falta de picardía y orden táctico imprescindible para llegar al final del match con posibilidades ciertas de sumar algún punto. Suponemos que al próximo córner corto vamos a estar atentos, ¿o vamos a esperar al próximo partido? Una y otra vez, luego del primer gol, el combinado ecuatoriano puso en práctica esa modalidad de ejecución del tiro de esquina. Una y otra vez, ninguno se avivó. Tampoco nadie arrimó la ropa ecuatoriana al cuerpo de sus portadores, ni siquiera cuando algún player rival sacó la popular pizarra. Para aquellos que gustan del fútbol científico, estos datos: Uruguay cometió menos faltas que Ecuador, no cosechó tarjeta alguna y se llevó la dudosa estadística de la posesión. Hoy, aquellos que se horrorizaban porque el Ruso Pérez y el Cacha Arévalo Ríos perdían muchos balones estarán contentos ante la exhibición de los Bastriboys.
Comenzamos el segundo tiempo de un partido extrañísimo con dos cambios simultáneos de un Quetejedi que una vez buscó congraciarse con sus críticos, pero al mismo tiempo cubriendo la dosis de uruguayez necesaria al colocar tres nueves en cancha ante un resultado adverso. También es cierto que enseguida estábamos perdiendo tres a cero y jamás osamos proponer algo de roce, en una clara apuesta a mantener el liderato en el ferplei. Así, en otro trámite en el que el VAR fue nuevamente protagonista en ambos lados de la cancha, el calendarismo anhelaba el gol de la honra mientras nosotros esperábamos en vano una patada descalificadora que reivindicara la vilipendiada historia. Para dejar claro qué clase de tiempos vivimos, no llegó un gol de la honra sino dos. Y los dos por vía del VAR. Lo que nunca llegó fue la rebeldía de algún player que emulara al Mono Pereira ante Costa Rica en Brasil 2014, por citar un ejemplo cercano.
No terminó este partido de 100 minutos con un ecuatoriano lesionado, un uruguayo expulsado o una trifulca en el túnel. Uno se pregunta a esta altura cómo hace esta gente que tiene la suerte de vestir la celeste para descargar la frustración ante un trámite desfavorable. Hay formas y formas, y siempre va a ser preferible perder en la altura con un 5-4-1 y tres expulsados que de esta forma inocua.