Terminó la gira por Europa por la doble fecha FIFA, y cabría realizar algunas puntualizaciones. No nos vamos a poner líricos pidiendo juego atildado, cosa que no nos quita el sueño para nada. Pero no puede venir nadie a decir que no es normal recibir 6 goles en dos partidos y terminar con 11 jugadores en ambos casos, eso es inaceptable en una selección uruguaya.

Contra los irlandeses, gente que se presta al juego duro sin ningún resquemor, no se probó de arrimar un poco de leña para emparejar las acciones; lo mismo que contra los italianos, cultores del juego defensivo. El partido de hoy, por ejemplo con un Paolo Montero en cancha, al menos hubiera levantado la temperatura con alguna acción que le mostrara a los tanos que ahí enfrente estaba Uruguay. El partido de hoy, con un Chengue Morales, un Canario García o cualquier guerrero charrúa de los años 70 u 80, estaba recorriendo el mundo en este momento.

Antes, en partidos de estos, siempre entraba algún jugador poco conocido que hacía sus primeras armas en la selección, y lo hacía dispuesto a comerse el mundo; o entraba otro que se pasaba de rosca por demostrar su valía y dejaba la patita un poco más de lo aconsejado; o uno que a las primeras de cambio hacía sentir la suela si le tocaba entrar perdiendo 3 a 0. Por estos días, nada de eso. Ni desparpajo futbolístico, ni pundonor, ni rebeldía, ni un 9 tosco que entre a chocar si la cosa no sale. Nada.

Mil veces dijimos que importa la forma de hacer las cosas por sobre el resultado, que tantas veces nos tocó perder pero de otra manera muy alejada a la que mostramos en estos días. ¿Hay jugadores uruguayos con rebeldía y amor propio? Claro, el tema es que hay que llamarlos, y dejarlos ser ellos mismos sobre el terreno de juego. Europa vio una pálida expresión de un representativo que no nos representó, y en un punto también deben estar comentando que antes por lo menos Uruguay hacía fuerza y planteaba dura lucha si se veía superado futbolísticamente.

Esa misma Europa que alguna vez supo maravillarse con la ráfaga olímpica, la que supo sufrir tantas veces el filo de los tapones de algún gladiador oriental, habla hoy de que el Uruguay de antes era un adversario de temer. Hasta ellos claman por la vuelta de la Celeste de antes, cómo será el tema.