Allá por 1993, la selección colombiana le dio un tremendo pesto a su similar de argentina en el mismísimo Estadio Monumental para el regocijo de todo el continente, ya que es sabido que nuestros vecinos no se hacen querer mucho. Para nosotros, además de que les ganamos la final del 30 de pesados, y los eliminamos de una Copa América en su casa siendo ellos campeones del mundo (incluso los modelos de calendario los eliminaron de otra también en su casa), ese partido tuvo el condimento extra de que el árbitro fue un compatriota: Ernesto Filippi.
La anécdota que involucra al juez uruguayo indica que en el minuto 86, Simeone (el mismo que se iba a cortar la boca con el cuchillo años después) fue a disputar en el aire un balón dividido con el Tren valencia y, malintencionado, descargó un codazo de roja directa. El delantero colombiano cayó con la boca ensangrentada. Le había roto el labio inferior y, aun cuando Luis Carlos Perea y Wilson Pérez fueron a apretar al árbitro Filippi, Barrabás Gómez, viejo zorro, se fue a hablarle al oído al juez y le soltó una histórica: “No lo vaya a echar, señor juez. No lo vaya a sacar del partido, porque después dicen que les ganamos porque tenían solo diez jugadores. No nos vaya a hacer eso”.
Filippi, tal vez con la Celeste puesta, tal vez en nombre de todos los sudamericanos que han padecido la arrogancia argentina, respondió como si fuera un juego de barrio: “No lo echo, pero háganle otro gol a esos hijos de puta”.
Colombia terminó ganando 5 a 0, los dos equipos terminaron con 11, y los ganadores, una vez que llegaron al hotel, comenzaron a destaparse botellas de todo tipo pagadas por un capo del narcotráfico (tomaron casi 12 mil dólares). Nunca se supo si invitaron a Filippi, debieron haberlo hecho.
Ernesto Filippi hizo lo que cualquier obdulista de ley haría en ese momento, dejó de lado su investidura y se dejó llevar por el impulso. Vaya el recuerdo y el reconocimiento para él. QUE VUELVAN LOS JUECES DE ANTES, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!