“Julio Pérez sigue atacando apoya a Ghiggia, Ghiggia a Pérez, Pérez avanza, le cruza la pelota a Ghiggia Ghiggia se le escapa a Bigode….avanza el veloz puntero derecho uruguayo entra va a tirar, tira!…….………..gooooo……ooooooo gol gol gol uruguayo, Ghiggia tiró violentamente y la pelota escapó del contralor de Barboza a los 34 minutos anotando el 2º. Tanto para el equipo uruguayo”. El relato de Don Carlos Solé quedará retumbando en la memoria de todos los que cada 16 de julio recordamos Maracaná, y a partir de hoy como la fecha en la que el número 7, el héroe que selló la victoria eterna se fue al cielo de los campeones para reunirse con los leones que nos hicieron campeones del mundo.
Cada vez que le preguntaban, el veloz puntero uruguayo contaba que “Fue una hazaña, porque en la historia de los Mundiales ninguna selección local había perdido una final. Fue la primera vez. Y además tuve la suerte de hacer un gol. Siempre digo que al Maracaná lo silenciaron tres personas en la historia: el Papa, Frank Sinatra y yo. Quedó mudo el estadio, no se sentía nada”.
Esos 11 leones fueron capaces de silenciar a un estadio y a un país entero. Ghiggia lo definía de la siguiente manera: “Veías a la gente llorando. Pese a la alegría de haber ganado el partido, al ver la tribuna… ¡te venía una tristeza! La gente lloraba desesperada, ¿sabés? Pero el fútbol es así, se gana y se pierde. En Brasil daban el partido por ganado antes de jugar, los diarios ya estaban escritos: “Brasil campeón del mundo”, faltaba poner el resultado nomás. Pero salió todo al revés.”
Existen muchos mitos sobre aquel partido. Uno sobre Obdulio Varela y la famosa frase ‘los de afuera son de palo’. ¿Fue realmente así? “Eso vino porque tres dirigentes de Uruguay, el sábado a la noche, hablaron con Obdulio, (Roque) Máspoli y (Schubert) Gambetta, que eran los de más edad y experiencia. Les dijeron que ya habíamos cumplido. Que tratáramos de comportarnos bien en el campo de juego, que no hiciéramos ningún problema y que si nos hacían 3 o 4 goles podíamos estar conformes. De eso nos enteramos en el pasillo rumbo a la cancha. Obdulio nos paró, nos comunicó lo que había pasado y nació ese dicho.”
La historia dice Obdulio, luego del partido, se emborrachó y compartió la tristeza con los aficionados brasileros, algo que el número 7 oriental confirmó. “El que salió fue Obdulio. Se fue a un bar que había en la esquina del hotel, a tomarse una cerveza. Los brasileños lo reconocieron. Se abrazaban a él y todo, lloraban. Nos contó él lo que pasó. Pero me dijo ‘mirá que no pagué nada, ¿eh?’.
“Ya no aparecen jugadores dribleadores, vivos, ¿sabe? Cambió mucho el fútbol”. Y es que constantemente era homenajeado como merecía, y él creía que era recordado por el mundo del fútbol “De muchas maneras. Me recuerdan como héroe, me dicen ‘Maestro’. Yo les digo que no soy ningún maestro, soy una persona como todos ustedes. Tuve la suerte de jugar al fútbol, hacer un gol en la final de la Copa del Mundo y nada más. No soy nada del otro mundo. Pero no hay nada que hacer, la gente te aprecia, te abraza… es lindo, una linda emoción.”
Y sobre la pelota, esa que mandó guardar en el 50, la definió como un gran amor. “Es como una novia, la ves una vez y te casás con ella. Eso significa para mí. Hay que conocerla bien, manejarla bien. Es lo que uno aprecia.”
A 65 años de la gesta, ni el mejor guionista habría podido escribir algo así. El veloz puntero uruguayo pegó su última carrera endiablada por la derecha y se metió para siempre en la gloria eterna. Hasta siempre Alcides! Que vuelva la Celeste de antes!