Este humilde espacio no es otra cosa que un lugar en el que se expresan principios y valores, elementos que escasean en el mundo actual. Mundo actual que se empeña en decirle a todo aquel cristiano que camina por la tierra, qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Y ojo, no es que nosotros no tengamos nuestras opiniones, es solo que nos parece que las nuestras son las adecuadas. Porque, por algo las cosas siempre se hicieron de una manera. ¿Para qué cambiar?
Entonces, ante un nuevo campeonato del mundo, es nuestra obligación plantarnos ante las tendencias imperantes que le quieren hacer creer a la gente que mirar un partido de Uruguay en un Mundial, es pintarse la cara y debatir acerca de los peinados de los jugadores. Para peor, como caen en horario matutino, se pretende imponer que tradiciones tan nuestras como el asado, el vino, la grappa con limón o el espinillar; la picada de salame, queso y aceitunas, todo eso, está mal. Claro, ellos pretenderán hacerle ver que usted es un inadaptado por defender a capa y espada los valores que con tanto esmero le fueron transmitidos. Mientras tanto, ellos comen medialunas bañadas en jalea de manzana con un mate dulce, acompañados por personas cuyo mayor interés en el combinado pasa por ver a qué jugador le sienta mejor la malla alycrada del color del cielo.
Peor aún, habrá compatriotas que miren el partido en la cama, con el calienta camas, al lado de una pareja que sigue atentamente los movimientos de Cáceres o relojea a los más nuevitos. Pero no se deje engañar, no le interesa lo que esos mismos jugadores hagan con la pelota, y al mismo tiempo le pondrá cara fea si usted pretende entonar la gola con algún licor aguardentoso antes de abrir una cajita de vino en el entretiempo. ¿Acaso estaban equivocados todos los hombres de otro tiempo, cuando disfrutaban de esta manera las alternativas mundialistas?
No se deje amedrentar por los que le dicen que hay que mirar el partido acostado y desde la Tablet. El partido se mira sentado al borde del sillón o de parado, caminando en círculos como un enfermo mental al borde de la enajenación, pronto para explotar de ira o de éxtasis ante cada incidencia del partido, transpirando a la par de quienes nos representan sobre el verde gramado. No tenga vergüenza de prender la parrilla a las 8 am de calzoncillo largo y alpargata bigotuda, fumando un tabaco mientras hace la previa escuchando a Zitarrosa y al Canario Luna.
Dígale no a las aglomeraciones de calendaristas y a los capuchinos con chocolate, y sí a la caña y los cuadrados de mortadela y queso. No va a ser menos uruguayo por ver el Mundial en un viejo televisor de tubo, porque en un ultra HD 4K mega sónico, lo ve cualquiera. ¿Toca ir a trabajar después? Vaya con olor a vino, mientras cumpla con su trabajo, que no le importe más nada. Ojo, si se sumó más gente al asado y entiende que no debe ir, también está en su derecho. Cuando juega Uruguay no solo corren tres millones, también es un momento para usted y para disfrutarlo como se merece. Aunque ello implique ver a un equipo sin jugadores de ébano y sin raspadores en el medio.