Hoy no es un día cualquiera, lo sabe cualquier obdulista que se precie de tal y tenga un poco de memoria. ¿Cuándo Uruguay estuvo en una situación holgada? ¿Cuándo se preparaba el coloso de cemento para un partido por los puntos como si fuera una fiesta de 15? ¿Quién nos robó el sufrimiento? Hay que decir dos o tres cosas al respecto, no puede ser que se tome todo con tanta liviandad.

En el mismo momento en que un contingente de calendaristas se prepara para enfriar todavía más las estructuras de cemento del monumento al fútbol mundial, cuando las noticias dan cuenta de que Australia se metió en un nuevo repechaje; miramos para algún cajón o algún escritorio desordenado y la vemos a ella. Abandonada, triste, sufrida y tantas veces protagonista; la calculadora ve como fue dejada de lado por un pueblo que más de una vez la trató casi como a una estrella. ¿Se merece acaso este destrato?

Atrás, muy atrás quedan en el tiempo frases célebres como el “matemáticamente tenemos chance” de Juan Ahuntchaín ante cada resultado adverso. Eran épocas en las que ella, siempre fiel, nos daba abrigo ante la desesperanza con su cuerpo lleno de números que hacían pensar en un futuro mejor para nuestro combinado. Porque clasificar o ganar algo apelando a la calculadora, era ser Uruguay. Esto que está ocurriendo hoy, es una afrenta a la tradición y al patrimonio nacional del repechaje.

No es para nosotros una clasificación directa, tranquila, sin esos momentos angustiantes de tener que salir a buscar victorias impostergables y combinaciones de resultados de terceros que nos ayuden. Todavía quedan compatriotas que en este momento analizan sesudamente de qué forma se podría llegar a un nuevo repechaje, pero son una minoría a la que se mira con desdén desde la hegemonía del éxito y la cara pintada. Esos pocos que todavía creen en la calculadora, han pasado a ser extranjeros en su propio país. Ese mismo país que se prepara para hacer la ola durante 90 minutos, para cantarle “ole” a los pobres bolivianos, para pasarse todo el partido sacándose “selfis” y gritando cada vez que se acerque algún player a la linea de cal.

La calculadora es parte de nuestra tradicion más pura, como la talú y los tambores. Mientras añoramos tiempos más acordes a nuestra esencia, recordemos a una compañera de tantas jornadas que no merece el olvido, a un elemento que tantas veces se transformó en un jugador más. ¡Que vuelva la calculadora, y que vuelva la celeste de antes!