2678_59053202955_828089_nAl pensar en la definición de un zaguero rústico, la imagen del Caballo José Enrique De los Santos nos viene enseguida a la mente. De esos jugadores que siempre dan la impresión de que si tuvieran dos medias de distinto color se cagarían a patadas a ellos mismos, De los Santos fue un bastión del Quinquenio de Peñarol, con asistencia perfecta en una defensa de grandes valores como Washington Tais, Nelson Artigas Olveira y Robert Bola Lima.

Derecho, trabajador, humilde, buen compañero, recio expeditivo, De los Santos fue un héroe de la infancia para muchos, un ícono de los ’90, recordado por sus trancazos firmes, su voz de mando, sus piñas a Sosita y a Vanzini… el Caballo era terrible jugador, no un virtuoso pero sí un zaguero como los de antes.

caballoDio sus primeros pasos en Basañez, cuna donde se forjaron varios guerreros del fútbol uruguayo, para luego pasar a Peñarol, donde ganaría 7 campeonatos uruguayos en once años. Pasó luego a Central Español, para volver a Basañez y tener el merecido premio del pase al exterior con un pasaje por Deportivo Quito donde colgó las herraduras.

Al Caballo no le importaba si el delantero rival le tiraba un caño, ya que con solo una mirada le daba la señal al otro zaguero de que lo recibiera como correspondía. Su imponente presencia era incómoda para cualquiera que se quisiera acercar a su área, nadie se animaba a encararlo. “Es que nosotros éramos jugadores fuertes, no chillábamos si nos pegaban, jugábamos fuerte”. Sin embargo, en esa época hasta los delanteros eran guapos: “Mirá que los que jugaban lindo también te la daban, saltabas a cabecear y te comías un codo”.

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Así lo definió el mismo recio zaguero: “Es todo una cuestión de viveza, porque si vos ves a un rival que se achicaba vas y lo conversás”. Aquellos viejos tiempos eran tiempos de un fútbol con otras reglas, un fútbol en el que había que ser guapo de verdad para enfrentarse a tipos duros de verdad. Y de esos tipos era el Caballo: nunca una salida sutil, pero siempre un jugador imprescindible para salir campeón. Porque solo con los fenómenos no se gana. Un jugador que jugó lesionado, incluso un clásico con la rodilla esguinzada. De los tiempos en los que los veteranos de un plantel transmitían sus experiencias a los jóvenes.

El Caballo tenía esa fama de asesino por la que los rivales antes de enfrentarlo se decían entre sí: “mirá que el ‘Caballo’ no te va a perdonar, mirá que con pelota o sin pelota te la va a dar”. A pesar de todas esas virtudes, nunca fue recompensado con una citación a la selección. Por eso hoy lo homenajeamos en Que Vuelva la Celeste de Antes!