Desde los inicios del fútbol entre selecciones, Uruguay alcanzó la gloria de dos títulos olímpicos y dos mundiales con varios apellidos que alcanzaron el rótulo de ilustres. Muchos de ellos fueron ídolos, algunos fueron leyendas. Pero sólo uno conserva, aún muchos años después de su muerte, el título de máximo caudillo de la historia de nuestro fútbol. Ese no es otro que el inolvidable Obdulio.

En este Día de la Madre, no se puede dejar de recordar una historia que mucha gente no conoce acerca del Negro Jefe y su señora madre. Obdulio, o Jacinto (como le decían los más allegados), llevaba el apellido materno Varela, y no el paterno Muiños como una forma de homenaje a la mujer que le había dado la vida.

El caudillo oriental eligió llevar a la gloria al apellido de la humilde lavandera de Villa Española, quien fue siempre el sostén emocional del número 5. Obdulio se identificaba con su mamá, negra y lavandera, y no con su padre, blanco, hurgador y que los abandonó. A partir de ahí, y desde muy chico tuvo que buscarse la vida. Fue limpiabotas y vendedor a domicilio. Empezó a jugar al fútbol, y enseguida se vio que lo suyo era el carácter. Los compañeros le obedecían y los rivales le respetaban.

El gallego rubio de apellido Muiños quedó entonces en el olvido, y se perdió de ser el padre del capitán de Maracaná. La luchadora lavandera negra Juana Varela, en cambio, fue siempre la inspiración de su famoso hijo.

Obdulio Jacinto Muiños Varela vino al mundo en 1917, y en 1950 llevó el apellido de su humilde y anónima madre hasta lo más alto. Esa fue su manera de demostrar a admiración que sentía hacia esa mujer, cuyo recuerdo lo hacía emocionar hasta las lágrimas según cuentan quienes más cerca de él estuvieron. El prócer nunca quiso ser Muiños, y nunca más se supo de aquel hombre que los abandonó.

Según ha contado el periodista Franklin Morales, gran investigador de la hazaña de Maracaná, Obdulio sentía fascinación por la transparencia y honestidad de su madre. Cuenta una anécdota tomada de la revista Estrellas Deportivas de El Diario (1977), que la pinta de cuerpo entero. Cuando Obdulio pasa de Deportivo Juventud a Wanderers, recibe bastante dinero. “Entonces Wanderers se tiró al agua y aflojó la plata. Después vino lo lindo. Fui a practicar, cobré los doscientos mangos y armé flor de farra. Por aquel entonces yo vivía en la calle María Stagnero de Munar, en la Unión. Me hice el loco y con esa guita compré de todo. Pollo al horno, lechón, vino y ¡qué se yo cuántas cosas más! Me tomé un taxímetro y llegué a mi casa. Miré a la vieja y me dijo: ‘¿M’ hijo , qué hiciste?’ ‘Nada, mamá. Fiché por el Guander para jugar al fútbol, me dieron $ 200 y empecé a gastar plata’. La vieja no lo quería creer. Se fue a la comisaría a averiguar si había afanado a alguno”.

Como curiosidad, Morales llama la atención sobre un detalle jurídico que resulta increíble. De acuerdo al periodista, si Brasil recurría a lo legal, Uruguay podría haber llegado a perder el partido que lo consagró campeón del mundo.¿La explicación? Técnicamente, en la selección uruguaya no había ningún Obdulio Varela.

Obdulio Varela supo guardar siempre la grandeza que adquirió en la pobreza. Su escuela fue la calle. Su casa, un rancho con una madre que bancó todo y muchos hermanos. El hombre que representa el mayor símbolo de hombría para todo un pueblo, sostuvo su leyenda sobre el apellido de su humilde madre, la que le dio todo lo que estuvo a su alcance. En el recuerdo a Doña Juana Varela, simbolizamos el homenaje a todas las madres obdulistas de ayer, hoy y siempre. SALÚ MADRES ORIENTALES!