Se fue de la Copa el equipo con mejor conducta y máxima posesión acumulada. Mientras todavía son imposibles de borrar las imágenes de los colombianos haciendo bailecitos metiéndose el dedo en la boca cual chupete después de los penales, hay que decir que la eliminación nos deja varias confirmaciones.

La primera es que el combinado mostró ese fútbol atildado, prolijo y paciente que el público calendarista gourmet pedía a gritos. Claro, eso significó dejar de lado valores innegociables como el contragolpe letal con dos punteros bien abiertos, el centro a la olla si se está en desventaja o el pelotazo furibundo hacia adelante si no es posible salir jugando o tocando con el goalkeeper una vez sí y otra también. El equipo refleja los valores de la sociedad, y nos hemos transformado en una selección que vive pasándole la pelota al golero, jugando para atrás, pensando en qué va a hacer el otro antes que en lo que nosotros mismos podemos hacer. Y ya lo dijo Artigas, nada podemos esperar sino es de nosotros mismos.

Tuvimos la pelota durante muchos pasajes de todos los partidos. Qué bien la tratamos, cuánta elegancia atesoran nuestros Bastriboys y sus secuaces –porque han logrado ir encontrando cada vez más socios dentro de la cancha- para el toqueteo intrascendente, casi de zaguán. Eso sí, nos tendrían que haber puesto los arcos en la América y la Olímpica, porque no se nos dio lo de patear para ver si los goleros rivales tenían las manos en su lugar. Muchísimo menos lo de hacer goles, porque si otra cosa nos confirmó la Copa América, fue que jugamos con dos centrofóbal y no logramos dar destino de red a una cantidad mínimamente aceptable de nuestros escasos avances.

Fíjese lo que son las cosas, que tuvimos –o más bien nuestros players- ante los ojos a un árbitro que llegó al partido casi que gritando a viva voz que iba a dejar pegar. Lo demostró ante la magistral ejecución colombiana del fau táctico, ese que alguna vez supimos desarrollar con maestría y ahora todos hacen sistemáticamente menos nosotros, sin usar las tarjetas. ¿Hay un arbitraje permisivo que va a hacer la vista gorda y nos lo está diciendo con acciones? Peguemos, entonces. ¿O vamos a recibir algún tipo de bonificación por no agredir al rival si el trámite lo pide? Ni que hablar de las tarjetas, que están para usarse. Una selección sin casi amonestados, sin ningún expulsado justificado o no. La más gráfica demostración de inocuidad, eso ha sido el combinado del soporífero juego sin arcos, sin desborde y sin agresividad bien entendida.

Estaba cantado que se nos iban a cerrar para ir a los penales, lo que no debió estar tan cantado era que nos íbamos a ir de la Copa sin tirar un centro por las dudas de que alguno de nuestros players ganara por arriba. Qué lejos quedan los tiempos en los que nuestros zagueros, estos incluso, iban arriba a buscar la patriada salvadora en forma de golpe de cabeza, nunca, hombro o joroba. Nada, a penales sin poner un puntero o dos o un tercer centrofóbal para hacer trabajar a la defensa rival. Y en los penales, puede pasar que usted pierda. Sobre todo si no se tiene claro que hay que patearlos como hay que patearlos. Si usted es un defensa uruguayo, casualmente los dos a los que les contuvieron sus shots, debe pegarle de punta y al medio del arco. Sin misterios, sin “abrir el pie” o querer hacerse el habilidoso de pata sensible. También puede llegar a contar con un guardameta que agarre alguna, algo que siempre ayuda en una definición de esta índole.

Ojo que hay más cosas que –como dice la canción de mierda de la Copa- quedan como confirmaciones. No se puede ir un equipo sin pudrirla después de que le bailen de esa forma tras ejecutar las penas máximas, jamás. El Chengue, el Canario, Paolo, Darío Rodríguez, el Pato Sosa y cualquier ciudadano de este país anterior a ellos hubiera vuelto con un collar de dientes del player de ébano rival. Y hablando de ébano, no podemos volver a jugar un campeonato prescindiendo del elemento que nos ha hecho grandes y diferentes, sin jugadores del medio local que tengan un poquito de rebeldía y sobre todo sin hacer cambios para intentar cambiar el trámite. ¿A usted le molestaría que ahora se estuviera hablando del bochorno causado por un team uruguayo que no se dejó pizarrear? Si la respuesta es no, estamos hablando de lo mismo. Si es sí, usted debe ser de los que salió a festejar el premio ferplei por 18.