Hoy queremos comentar un par de cosas al respecto de las innovadoras tácticas que nuestro fútbol ha adoptado por la nefasta influencia extranjera, que ha determinado una serie de cambios para mal en el funcionamiento de los equipos uruguayos a lo largo de las últimas décadas. Nuevos modelos que venían desde tierras extrañas les metieron ideas novedosas a nuestros técnicos en el mate, y a pesar de la lucha del obdulismo han producido cambios en la identidad y la forma de jugar de los equipos uruguayos. Las líneas “de tres” dejaron atrás a la tradicional línea de cuatro con la que siempre hicimos frente a lo que se viniera, los “jas” dieron paso a los “carrileros”, el “mediapunta” confundió a las defensas y apareció el “puntero que volantea” ni tan puntero ni tan volante, porque en sí mismo, los punteros dejaron paso a dos hombres de punta. Aquellas “delanteras de la muerte” o los dos punteros y un nueve de área quedaron en el pasado, y solo unos pocos aguantaron el mostrador sin dejarse llevar por las luces. Todo un cúmulo de innovaciones que hicieron que hasta los periodistas deportivos empezaran a manejar otro léxico, algo que persiste en el accionar del Mariscal Kesman frente a micrófonos.
Además de todas estas variaciones, lo que más se nota es la pérdida de una función que siempre identificó al glorioso fútbol charrúa: el famoso “centrojás”. El caudillo por naturaleza, el gladiador de mil batallas que supo de grandezas, enfundado en la gloriosa celeste o las tradicionales y hazañosas aurinegras y tricolores. De Obdulio para abajo, el viejo “centrojás”, siempre fue el que tenía un don de mando y una aureola de gloria propia, que justamente se comenzó a identificar con el cinco a partir del Mundial del 50, cuando aparecieron en escena los números de las camisetas, precisamente donde se agigantó el mito del más famoso “centrojás” de la historia del mundo mundial, el Negro Jefe Obdulio Jacinto Varela.
Aunque los caudillos no se extinguieron del todo, tampoco son lo que fueron. Tal vez esas tácticas de ponerle a otro tipo al lado los empezaron a correr de a poco de su territorio. Hoy el caudillo, el viejo “cinco” se transformó en una especie de tándem, que se reparte para marcar, algo inadmisible para tantos próceres del mediocampo.
Por eso nos resistimos porfiados, enhiestos, gallardos, incólumes a que la figura del centrojás quede en el olvido, algo que para muchos botijas es historia desconocida. Para ellos Livianico Lodeiro es un 5, así que imagínese nuestra desazón ante tamaño atropello a la tradición. Desde la salida del gran Canario García por la puerta de atrás, nuestra gloriosa Celeste quedó huérfana de su cinco de la era moderna. Nunca está de más evocar a aquellos patrones del círculo central, para reavivar la memoria y contarles a los botijas que esas viejas figuras de las que hablan los veteranos eran los que se hacían respetar. El cinco era el estandarte, ya fuera en un solteros contra casados, en cualquier equipo de barrio, de la intermedia, de la “B” y de la “A”, ni que hablar de la color cielo. Cualquier potrero donde rodara la de cuero era territorio del centrojás, de cuando no existía el “doble cinco” ni el “volante mixto”. La única mixta es la de tomate y lechuga señores!
En la segunda entrega de esta nota, nos dedicaremos a analizar a algunos de los más destacados exponentes de esta estirpe que algunos quieren extinguir. QUE VUELVA EL CINCO DE ANTES, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!