¿Se perdió? Sí. ¿Se jugó como exigía el rival? También. Habrá faltado esa roja que elevara definitivamente el puntaje colectivo o esa gresca al final, incluso durante el desarrollo de las acciones. Porque enfrente, estaba Brasil. Y el pizarrero más grande de la historia del fútbol, motivo más que suficiente como para jugar este partido como había que jugarlo.

Y cabe decir que, pese a terminar con once players en cancha, se buscó el objetivo durante los 90 minutos. Uno a uno, casi todos los celestes fueron buscando el contacto con distintas partes de la pierna de la estrella brasilera y logrando las amarillas que este tipo de partido pide. Así, fueron pasando en forma rotativa los bastriboys Bentancur y Vecino, el jockey Torreira, el zorro Suárez y Roberto Cavani, incluso algún otro puede haber llegado a impactar en la humanidad del enemigo sin que lo recordemos. La intensidad estuvo.

Y como Brasil es Brasil, dicen, nos vacunó de penal después de llevársela con la mano uno de sus players. Protestas airadas, alguna amarilla, improperios al rival y al árbitro y el intento de reacción al final para empatarlo; pero no se pudo. En líneas generales, casi que no hay reproches al desempeño. Por varios pasajes del encuentro, dio la sensación de que volvíamos a las fuentes. Un partido en el que hubo que recurrir a jugadores del medio local llamados a último momento, en el que se tuvo que armar una defensa en la que algunos jugadores no solo que nunca se habían visto las caras, sino que directamente no sabían que cara tenía el que iba a jugar al lado; con un goalkeeper que debutaba, pedía presencia. Y la tuvieron, por lo que el crédito crece de cara al futuro.

Reconocemos el gesto del quetejedi, en admitir que sus jugadores estaban ofuscados por el mal arbitraje, acaso siendo más laxo en su prédica incansable por el ferplei y dejando la puerta abierta para no rezongar si había alguna juntada de rodillas. Bien ahí, porque no era cualquier partido y si uno de los nuestros terminaba emulando a Colacho Ramírez y jugaba al coyote y al correcaminos con Neymar, había que dejarlo. Al fin y al cabo, un pueblo lo pedía. En ocasiones, la guadaña es la recompensa. ¿Qué faltó? Terminar en inferioridad numérica, con el 10 contrario saliendo en carrito. ¿Lo destacable? El tiempo que el mismo jugador pasó en el aire y en el suelo. El futuro se presenta alentador, porque Roberto Cavani demostró que le tiene unas ganas bárbaras y le va a aclarar un par de puntos ni bien se vuelvan a encontrar en París.