El combinado ya está entre los ocho mejores del mundo, luego de haber despachado a las huestes de Cristiano Ronaldo de una forma que hemos venido exigiendo desde este espacio. Y porque siempre hemos dejado claro que cuando hay que criticar se critica y cuando hay que elogiar se elogia, sin afilar machos, pero se elogia. Por eso hay que reconocer que se vio firmeza en nuestras líneas, de parte de todos los jugadores (bastriboys incluídos). Y se anuló al promocionado Cristiano, con una suerte de inquisición de piernas (depiladas, eso sí) que en todo momento se interpusieron entre el hombre de cera y el arco de Muslerita (ya vamos a hablar de él).
La cosa venía muy cristiana desde la previa y no de nuestra parte (porque ya sabemos que somos un país laico), sino por la omnipresencia del hombre alguna vez despeinado por el Pato Sosa y que conserva sus dientes solo porque el Rifle Pandiani así lo quiso. Pero cabe decir que, pese a que las cámaras lo enfocaron durante todo el partido, los players orientales supieron cumplir dejando todo en el field.
Un goalkeeper seguro, tal vez solo se le pueda achacar el color de su vestimenta (ya se ha dicho que el golero no debe ser una referencia para el foguar rival, lo dijo Mazurka). Una defensa firme, dispuesta a pegarle de punta cuando la ocasión así lo ameritara, con marcadores de punta que apretaron los dientes en cada embate, un Torreira que contagia a todos los que lo acompañan y arriba un Suárez incisivo y un Roberto Cavani consagratorio, definitivamente llegando al altar del obdulismo. Pierna fuerte, presencia física, pundonor y todo el sudor que debe poner un equipo uruguayo dentro de la cancha. Podrá haber algún jopo, sí. Tal vez haya un poco más de crema de enjuage de lo recomendable, también. Incluso se habla de que hay algún secador de pelo que apareció en las tomas del vestuario uruguayo. Pero hoy mostraron lo que hay que mostrar, así que se puede dar un aprobado.
En síntesis, una victoria como le gusta al obdulista. Como ese boxeador que sabe que tiene un par de golpes buenos y apoya su espalda contra las cuerdas a la espera de sacar esa mano salvadora, dejando la famosa posesión para el rival y metiendo un gol de contragolpe rematado con la cara y otro con un tiro furibundo. Así, da gusto.
Y lo que son las cosas, porque una vez que habíamos abolido el cristianismo dentro del campo de juego, llegó la señal de alarma. El aguerrido goleador de la voz aflautada tuvo que salir con un tirón, y por unos días vamos a estar encomendándonos nuevamente a la fe cristiana para ver si podemos tener a nuestro ariete. “Y, si Dios quiere”, dijo el hombre que demuestra en cada paso que las enseñanzas de su hermano Walter “Patoruzú” Guglielmone no han sido en vano, cuando le preguntaron si estará contra Francia. Así estamos todos, más cristianos que nunca.