Para analizar un partido contra Venezuela, debemos partir de la base que son gente que viene a Uruguay en octubre y los vemos de guantes. Eso ya debería tomarse como un síntoma de debilidad, y aprovecharlo como los tiburones cuando huelen la sangre de su presa. Pero muy lejos estuvimos esta vez de eso. Hoy no hubo una manga para intimidar al rival como hicieron aquella vez los prohombres, ni tampoco Venezuela tenía esta vez a los Varilla, a los Cichero, hombres formados y forjados en nuestras canchas y nuestros vestuarios.
Un coloso de cemento repleto, pero pobladas sus graderías por un público que vuelve a defeccionar por su frescura. Arrancamos bailando con un muchachito de pelo teñido al que nadie fue capaz de atender, pasamos zozobras varias veces, nadie lo atendió y Muslerita hasta le saltó por encima a la pelota. ¿Usted se imagina en otras épocas a este muchacho tierno paseando impunemente su humanidad por el pasto del monumento al fútbol mundial?
Hablando de Muslerita, al menos vistió de negro, algo es algo. Pero volviendo al juego en sí, nadie fue capaz de darse cuenta de que si por esas cosas de la vida, el Cacha se encuentra un poco pesado y no para ni el ómnibus, nadie le da una mano en la contención de los ágiles rivales. No hay lugartenientes dispuestos a inmolarse como el Pato ante la orden del Canario, habiendo tantos muchachos con ganas de ser citados para defender a la casaca color cielo y a la patria. Parecemos visitantes en nuestro propio estadio, y si no nos clavaron en el primer tiempo fue por casualidad.
Ese tal Peñaranda andaba inspirado, y no eran pocos los compatriotas que clamaban por que volviera la celeste de antes y alguien lo colgara de una patada, al menos una señal de que estamos vivos. Antes, a esta gente se le ganaba con el himno ya, o con el olor a los chorizos, ni siquiera con el peso de la camiseta. Sin embargo, les damos vida, nos pechan, nos meten codazos, juegan a sus anchas y nuestra indignación crece. Para peor, en el banco teníamos a Fucile, a los negros fallados que están más para hacer reclames con Usain Bolt como corredores jamaiquinos que como futbolers uruguayos, a un muchacho con trenzas, otro con flores tatuadas en sus brazos (antes teníamos a un Canario con el prócer en su piel)…
Al menos llegó el gol y por lo menos Suárez sacude el frío reinante y le grita el mismo en la cara al técnico de ellos, marcando un poco de territorio. Pero en contrapartida, piense que va a tener que ver a Livianico como promesa hasta el 2028, así que está bien por lo menos una vez le haya dado un motivo para festejar. Ojo, parece buen botija, de esos que uno puede estar tranquilo si se casa con su hija, pero uno para la celeste pide otra cosa, ¿se entiende? Igual pegó una linda falta que ameritó amarilla. El hermano de Patoruzú erró una volea que no erraba Jacinto Cabrera, Peter Mendez, o Hugo Romeo Guerra, y así se iba el primer tiempo con un Roberto Godín aplacando a los asistentes de Venezuela que querían ir a meter el gaucho, en este caso hubiéramos esperado alguna reacción de diferente índole, pero tiene crédito.
Y todo muy lindo con los goles, pero el que le juntara las rodillas al platinado de Venezuela podía llegar a ser declarado como figura del partido y ganarse el Paolo de oro. Perdimos la oportunidad de marcarle la carrera como hicimos con Maradona en el 80, que desde la inocencia de sus 19 años, cada vez que viniera a Uruguay pensara en aquella patada y le doliera el recuerdo. Pero se fue intacto, sustituido a los 60 minutos. Para peor, Uruguay es la única selección que termina la primera rueda sin expulsados. Nuestro público termina haciendo la ola, gritándole “ole” a Venezuela y sus dos puntos, no somos así. Vemos que el repechaje es cada vez una posibilidad más lejana. Terminó el partido y nadie acomodó al 18 de Venezuela, esas cosas son las que están más allá de cualquier resultado circunstancial, son una cuestión de estado y nadie dice nada. Desde este espacio, no nos cansaremos de decir que esa es la lucha que no debemos abandonar, la verdaderamente innegociable. Que vuelva la celeste de antes!