Con lluvia, viento y barro, era un partido ideal para ver un poco de lo que le gusta al verdadero hincha oriental. Porque siempre fue así, no somos de los que aprecian el “jogo bonito” como regla (sí la practicidad aplicada al resultado), sino que apreciamos el tranque y el sacrificio como marca en el orillo.
Y era el clima ideal, pero a la gente de CAFO se le dio por tener el piso del Coloso de Cemento en impecables condiciones para favorecer el juego a ras del piso. Era el clima ideal, porque uno podía tender a pensar en que el público calendarista se iba a abstener de ir al Estadio, y que las graderías iban a estar solamente habitadas por obdulistas masticadores de tabaco bajo la lluvia.
Pero nos equivocamos. Y vimos algo que no esperábamos ver. El partido de anoche tiene, como siempre, varias aristas para analizar. Nos quedamos con las ganas de ver a un equipo que terminara todo embarrado, yendo a la pelea contra los siempre duros guaraníes, simplemente porque los siempre duros guaraníes están ahora tan adulterados como el whisky de Ciudad del Este. Una versión muy descolorida de aquellos teams paraguayos que siempre nos complicaban y pegaban incluso más que nosotros.
Y, aunque seguramente hubo varios obdulistas presentes entre el público, prevalecieron los calendaristas, que se hacen cada vez más fuertes, como las cucarachas. Ahora parece que no los frena la sudestada, hecho que nos preocupa bastante. Con gran pesar, tuvimos que ver como cada vez que la tenía el combinado compatriota, gritaban como en un recital de Ricky Martin. Para peor, eso de gritarle “ole” a los paraguayos, ¿de dónde lo sacamos? Esas nefastas influencias extranjeras, como “la ola”, hablan de un público que busca entretenimiento. Todavía no entendieron de qué va la cosa.
Es acá donde vemos la primera cosa llamativa: pensábamos que al encontrarse derecho de cara al gol, el ariete de la voz aflautada (y hermano de Patoruzú Guglielmone) iba a entrar en un idilio acaramelado con el público exitista/calendarista. Y no, parece que también es discutido por ellos, porque les espetó un claro “¡griten, griten, hablen, hablen ahora!”. Tal vez, este tipo de público tenga su propia “Celeste de antes”; aquella de los abdominales del hijo del Boniato o del ex capitán con apodo de señora, o de las ocurrencias del laciado progresivo Abreu.
Pero no nos engañemos, ayer se vio a un equipo que se floreó con un Paraguay opaco, pero que poco menos le pone una alfombra roja a Messi el otro día. Ese equipo, a su vez, es el único sin tarjetas rojas de una eliminatoria en la que va primero, quitándonos el rico patrimonio del sufrimiento, la calculadora y el repechaje. En ese equipo, el jugador más sucio y golpeador es Gastón Ramírez, todo dicho. Otras selecciones tenían a ese elemento de color negro que inspiraba miedo directamente, en este caso ingresó el europeizado Hernández de manga larga (ni hablamos del peinado).
QUE VUELVA EL PISO DEL ESTADIO DE ANTES, LOS PARAGUAYOS DE ANTES, EL PÚBLICO DE ANTES, LOS NEGROS DE ANTES, QUE VUELVA EL SUFRIMIENTO Y LA CELESTE DE ANTES!