Primero que nada no festejamos empates, y menos contra los “japoneses” vestidos de amarillo. Estaba pa’ ganarles, tenían miedo como casi siempre y les temblaban las piernas cada vez que se les acercaba Suárez. Por suerte teniamos al hermano de Patoruzú Guglielmone para que no se asustaran tanto.
Mientras el pueblo oriental reunido frente al televisor comía y bebía lo que cada uno quería de acuerdo a sus tradiciones, salía el combinado a campo brasileño enfundado en la nueva y nefasta versión amatambrada de la casaca color cielo, hecho sobre el que nos explayaremos en nota aparte dedicada al Cacha Arévalo Ríos.
Dicho todo esto, conviene señalar que arrancamos bailando, nos clavaron a los 40 segundos, no la veiamos ni en foto y la actitud dejaba bastante que desear. Se acomodó con oficio la defensa, integrada en su mayoria por hombres hechos y derechos. Bien el recio Victorino poniendo barba y cara fea cuando las cosas no salian, bien el carilindo Coates bancando como si se tratase de un gallego Martín Rivas o un caballo Kanapkis, y bien Palito poniendo ganas como principal capital. De Fucile nos encargamos aparte también, de lo bueno y lo malo.
En el medio, el Cacha haciendo lo que el Cacha hace, tratando de ordenar al botija Vecino al que hay que explicarle que esto no es Italia (selección a la que desestimó, hecho muy meritorio) y que al orden táctico se le agregan otras cosas. Igual tiene crédito, nos cae bien su perfil bajo y callado, sin peinados raros ni gestos altisonantes. Un Pato Sánchez mejor en el segundo tiempo, y un Cebolla flojo que dejaba su lugar al Tata. Así se fue ordenando un poco la cosa, más que nada con ganas y con el ingreso del Tata. Un jugador que a esta altura no puede quedar afuera, ahora que es el jugador del pueblo, el que une a un pais que antes (nos incluimos) lo cagaba a puteadas y ahora lo venera como un sucesor de los grandes fogoneros de nuestra historia.
Y así se llegó al descuento y luego al empate, poniendo lo que se debe poner y mandándola al fondo de las piolas cuando quedan las oportunidades. Ni más ni menos que eso, y se debió ganar también. Además, cabe decir que estaba bravo pa’ que Brasil ganara con un arquero con nombre de chica que fuma… Allison. Hablando de goalkeepers, Muslera de negro pero con un peinado que opaca cualquier intento de vestirse como Mazurka. Por si fuera poco empató el récord del gran Rodolfo en cantidad de partidos en el arco de la celeste. Muslera además no sabe salir, cuando íbamos 2-1 abajo pudieron hacer dos goles en el área chica con centros largos y llovidos y él clavado abajo del marco.
Por otra parte, corresponde decir también que ver el final del partido con Uruguay metiendo a Brasil en su arco, dice mucho. Los últimos minutos quien atacaba con más resto anímico fue el vestido de celeste. Para el final, destacar que bien Fucile con Neymar, a pesar de que no para ni el 185 se le plantó al pizarrero de turno, le tocó la nuca, le tiró con un vendaje y lo hizo calentar. Lástima que mal el Lui mimoseando con el brazuca pizarrero. Justo es decir que el capitanato le hizo mal, las amistades quedan afuera de la cancha. Adentro el que tenia el problema con el 10 brazuca era su compañero Fucile. A no olvidarse de eso (también hay nota aparte).
Ahora a tirarle la camiseta encima a los peruanitos en el coloso de cemento el martes. Como marca la historia. Siempre teniendo en cuenta que siempre nos importa más el cómo se hacen las cosas, a la vieja usanza. Como siempre, que vuelva la celeste de antes!