Algo habíamos expresado al respecto de la presencia del botija Diego Poyet en la selección sub 20. El hijo de Gustavo Poyet, aquel jugador del que no se sabía de qué jugaba pero nunca dejó de poner todo en la cancha y se consagró campeón de América no solo tuvo huevos sino que ademas fue el mas claro con la pelota y el que mejor la jugó además de meter la patita cuando fue necesario. Salvando las distancias, el joven Poyet nos recordó a un joven Pablo García, no con la personalidad del gran e inigualable Canario, sino por esa mezcla de pierna firme y buen juego en un 5 uruguayo.
El botija se jugó la ropa por la selección, cabe recordar que nació en España y se crió en Inglaterra, país al que representó en selecciones juveniles y fue capitán. Estamos hablando de alguien que eligió ser uruguayo, y cabe felicitar a sus padres por haberle inculcado ese sentimiento que no puede hacer sino conmovernos.
Contra Brasil, Poyet fue de los puntos altos, sino el mejor de Uruguay. Con los ojos transpirados y la voz entrecortada, Diego Poyet fue el primero en salir a hablar tras la eliminación. “La verdad que jugamos un partidazo, dejamos todo, pero alguien tiene que ganar y en esa lotería de los penales perdimos”.
Desde este espacio solo podemos decirle gracias al botija por elegir ponerse la gloriosa malla color cielo y dejar la vida dentro del campo de juego. Impresionó el compromiso, el corazón y el fútbol que desplegó en el Mundial Sub20. De las cosas más positivas del torneo. El volante dijo estar destrozado por la derrota, pero destacó que vivió los mejores dos meses de su vida. “Nunca voy a olvidar lo que sentí representando al país en este mundial, espero ponerme esta camiseta otra vez”.
Debe ser un llamado de atención para las futuras generaciones y para varios de sus compañeros que un botija nacido y criado lejos de nuestro país elija Uruguay y meta de esa manera. Si eso no es tener las cosas claras… Podría haber jugado por Inglaterra o España, pero terminó besándose la camiseta, metiendo un penal a huevo y siendo el mejor en un partido decisivo contra Brasil. Terminó llorando, sí, pero en el pasado mundial Risitas Velázquez erró un penal en la final del mundo y se cagó de risa. Este “inglesito” sintió la derrota como ninguno llorando desconsolado, y así estamos con estos apátridas, un inglesito canta el himno al contrario que otros.
Poyet ante Brasil tuvo rasgos obdulistas aún en un botija con estudios y criado sin apremios. Con un tranco que hace acordar al Gaucho De los Santos con más técnica, hasta atinó a trancar con la cabeza un tiro de los brazucas al ver que no llegaba. Callado, humilde, entró y se ganó su lugar y desde acá lo bancamos a muerte. Falta gente que quiera vestir la camiseta más gloriosa, dejando la vida por ella. Poyet demostró que tiene lo que hay que tener.