Usted se preguntará qué tiene que ver la letra de un tango (adaptada para la ocasión) con la oportunidad desaprovechada en el match ante el elenco norteño, al que es cierto que tampoco le ganamos muy seguido (cinco victorias en los últimos 70 años lo prueban). Pero hay formas y formas, lo hemos repetido hasta el cansancio. Y este partido pedía otra cosa. Primero, una buena marcada de cancha para empezar a dejar las cosas claras, cosa que no supimos hacer. Posteriormente, hay que tener en cuenta el factor liga, que tampoco acompañó en la jugada del botija Núñez que pudo cambiar el curso de los acontecimientos con un combinado aguantando el 1-0 durante 82 minutos más los descuentos. Y después partir (a algún brazuca), cosa que sí hizo un solitario Roberto Cavani sin lograr contagiar al resto de los players que acaso extrañaron el “Soy celeste” y la ola en las tribunas del Coloso.
Volvemos a ese minuto 8 en el que la pelota impulsada por el 11 oriental impactó en el travesaño, porque a partir de ahí, en vez de darse lo que todos esperábamos, se vio a un Uruguay encandilado por las luces de la posesión. Justo contra estos japoneses, que si algo bien hacen es toquetear la pelota. Está claro que nos queremos poner un traje que no es nuestro y no nos queda bien. Y así descuidamos otros aspectos del juego que sí son patrimonio nuestro, como la marca férrea, la atención táctica y el juego aéreo. En un abrir y cerrar de ojos, el player Giménez se pone de espalda para marcar al entreala de ellos, rebote y gol. Nos comemos un saque corto en un córner que un brasilero mete como con la mano en el área, ¡nos ganan de cabeza! Y gol. Después, ¿qué importa del después? Porque la verdad es que, si el segundo tiempo no se jugaba, era lo mismo.
Ya con una desventaja de dos goles, hay que darse cuenta de que hay que proponer otro tipo de trámite. Esto es, mucho más cercano a aquellos límites del reglamento que solo el Bastriboi Nandez y Roberto Cavani se animaron a traspasar, con suerte dispar. Ahí se nos ocurre que el team debió estar integrado de otra manera; con hombres de temple como un Damián Suárez marcando la punta derecha, un Alexis Rolín comandando la línea de cinco, un carnicero Arambarri puliendo huesos bayanos desde el inicio y un muchacho que bebe pronto para el contragolpe. Pero nada de esto pasó, y el partido se fue diluyendo en la tristeza de no haber sabido jugarlo como correspondía. Y nada tiene que ver acá el resultado, que como dijimos antes suele ser esquivo contra ellos. No, acá se trata de otra cosa; llámese enjundia, pundonor o amor propio. ¿No vieron el video del partido de los muchachos de Víctor Haroldo en el año 2001?
No hubo corridas como la de Colacho Ramírez a Rivelino o arrimadas como la del Abeja Abeijón que anduvo circulando en internet. No hubo apretadas en el vestuario, forcejeos, brasileros contusionados, scaramuzas ni más tarjetas que la merecida roja de Roberto Cavani y la amarilla lograda por Nandez. Sin embargo, el fin de la doble fecha nos deja en un quinto puesto que permite al menos mirar con esperanza ese repechaje. Tal vez, premio excesivo para un equipo que no entendió contra qué rival estaba jugando.