Algo sigue vivo, dicen algunos por estas horas, hasta el hartazgo. ¿Y qué podemos decir nosotros? Pasó la tercera presentación y como siempre hay que quedarse con las cosas positivas, vamos a resaltar que una vez más le escupimos el asado a los locales. O le tomamos el vodka, en este caso. Pero hasta ahí. Terminó la fase de grupos, y tenemos que decir que nuestra selección tuvo recién su primera amarilla del torneo por una acción ni siquiera peligrosa para la integridad física del rival, algo que no hace peligrar nuestro cómodo liderazgo en la tabla del ferplei.

La valla de Muslerita invicta, el puntaje perfecto, el toque de los bastriboys que contagió hasta al feo Torreira, todo esto en un ambiente libre de ébano y ante el alborozo de los hinchas exitistas que ni siquiera tienen calculadora en la casa. Hablamos de una selección que pareció encontrar algo parecido a la perfección, sin un ápice de ese sufrimiento tan nuestro que siempre se necesita para no olvidarse de los orígenes. ¿Qué le estamos dejando a las nuevas generaciones? ¿La certeza de que somos una potencia? ¿La falsa percepción de que en nuestro país se pueden llevar adelante procesos serios y organizados? Esto es Uruguay, y los que hemos vivido otras cosas, no sabemos cómo actuar frente a esta historia con final feliz.

Tanto ir cantando por ahí que hay algo que sigue vivo, claro, por parte de los calendaristas que pasean por Rusia su idilio con este equipo que no nos representa, que nos encargamos de matarlo. ¿Qué es lo que sigue vivo? Si uno pone cualquier programa extranjero y solamente nos elogian. Ya no somos más incómodos y molestos, ni siquiera temidos. Ahora somos favoritos, somos respetados y destacados, incluso las conferencias de prensa del quetejedi son expuestas como un manual de periodismo. Incluso somos una selección ¡con chef!, chef que todavía hace un asado, para intentar preservar las tradiciones, y ¡lo quema! ¿Cómo hacemos para darles la razón a los que claman que hay algo que sigue vivo?

Ojo, sabemos que ellos son uruguayos porque su documento así lo acredita, pero no demuestran muchas de esas características inherentes al oriental de todas las horas. Fíjese que parecen players que no se dejan llevar por las emociones, que rinden igual que en sus clubes y que van por la vida mostrando al mundo lo unidos que son. ¿Dónde quedó la puteada al repatriado que no levanta las patas? ¿Dónde quedaron los rumores de mal relacionamiento, a veces necesarios para sacudir la modorra? Para peor, este proceso aburguesó al público ofreciéndole un menú que permite especular con elegir rival en el cruce de octavos, como quien elige lo que va a comer el viernes de noche.

Y no hay que irse muy atrás para encontrar razones para creer en que algo de la esencia prevalece, sin ir más lejos en este mismo proceso hubo un Ruso Pérez jugando con la cabeza ensangrentada, incluso un Fucile (calendarista) al que se le apagó la tele y volvió en sí como un campeón, un Livianico Lodeiro jugando fracturado a lo Eliseo Álvarez, un Palito Pereira que dijo que no salía nada y no salió nada, ¡un Mono Pereira obteniendo una roja directa ante una pizarreada del rival! ¿Qué es lo que sigue vivo ahora? Que nos lo expliquen, porque no lo vemos.

Por suerte, el fútbol da revancha. Y pone otras oportunidades y otros rivales, nuevas esperanzas de poder gritar bien fuerte como en esa cancioncita que tanto les gusta, que hay algo que sigue vivo ¡y que por fin volvió la celeste de antes! Y avisamos que, cuando vuelva, nolesvagustar.