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Sabemos que el gran Paolo no era sólo un pegador de patadas. También era un hábil usuario de los codos, un agudo practicante de la palabra intimidatoria, y un guerrero en constante lucha contra su mayor enemigo: el fer play que tanto persiguen los de la selección actual.

El último gran capitán reconoció que una de sus mejores patadas fue aquella en la que le juntó las rodillitas a Totti: “Ni miré la roja, me fui para el vestuario”.

¿Y a qué apuntamos con esto? A que se extraña la presencia de un capitán que en caso de ser necesario revolee en la pata a uno, porque en definitiva eso impone respeto. Seguramente ese muchacho no pasa más a 50 metros del área, y los diez players que permanecen en el campo de juego captan el mensaje de su capitán, hay que meter el hacha.

Montero, uno de los gladiadores por excelencia de la celeste y figura con Juventus de Italia, donde formó una de las defensas más temidas de los ’90, no tiene hoy alguien que continúe su legado como hizo él con el de sus predecesores. Y esto es justamente lo que nos preocupa, y nos lleva a implorar por que aparezca un nuevo Paolo.

El gran Ronald es  recordado con nostalgia por jugar siempre al límite y por golpes que algunas veces eran dados “por gusto”, hecho que confesó sin pudor el zaguero. Esta patada tan recordada tuvo casi todo para ser perfecta: que hubiera sido con la Celeste. Ver a un Paolo con la 4 y el brazalete revolear a un brazuca o a un porteño, no importa el resultado, hubiera sido más emocionante que un gol. Porque el capitán era así, un tipo capaz de emocionar al obdulismo con una mirada desafiante, con un gesto adusto, con unos tapones en la rodilla del delantero de turno.

“Mis hijos usan la computadora y me la muestran y me río. Esa patada fue una de las que hice por gusto porque íbamos perdiendo en Roma en el Olímpico 3-0 y con un baile espectacular y se cruzó Totti, que la estaba rompiendo, y le pego por gusto, sabiendo que tenía amarilla. Ni miré la roja, me fui para el vestuario”.

Nos da cierta tranquilidad que los botijas de Paolo se nutran de las mejores jugadas de su progenitor gracias a internet, porque en definitiva, y con el plus que significan los consejos de su abuelo el Mudo Montero Castillo se está gestando esa esperada tercera generación de carniceros Montero.

Nunca vamos a poder agradecerle por tanto, Capitán! Gracias por cada roja directa, por cada liderazgo en tarjetas de las eliminatorias, por el respeto ganado en cada país, por hacer del Centenario un reducto inexpugnable, por sentir que con usted en la cancha estábamos representados. Hoy en día el hombre que labura todo el día y paga una entrada para ver a Uruguay, no tiene derecho a ver a una extensión suya en la cancha, un jugador que puede trasladar todas las frustraciones del obdulista de a pie, clavando de cabeza a un oponente. Por eso lo extrañamos tanto, prócer.

¿Y cuáles son los mejores defensas actuales? Se le consultó al patrón Montero: “Nosotros tenemos a Godín, que va a llegar en muy buen nivel al mundial”. Ojalá Godín ratifique los buenos modales que ha venido insinuando, y si llegado el caso tiene que aplicarle el rigor a un rival, lo haga sin problema ninguno. Porque eso significará que el legado del último capitán sigue vivo, no importa quedarnos con diez.

QUE VUELVAN LAS PATADAS CRIMINALES DE PAOLO, QUE VUELVAN LOS CARNICEROS SIN PIEDAD DE ANTES, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!