Alguna vez habrá escuchado que a nuestro combinado les cuestan “los debuts”, esas cosas que se dicen ahora, o desde hace algún tiempo. Pero debuts eran aquellos en los que un imberbe de corta edad se encontraba sólo frente a una dama en un lugar muy diferente a la casa materna. La vida misma. En otros tiempos, que casualmente coincidían con los albores de la supremacía de nuestro balompié en América y el mundo, las casas de tolerancia eran lugares donde se ejercía “el oficio más viejo del mundo”, lupanares donde se podía ir a escuchar a algún cantor o alguna guitarreada y donde además había muchachas bien dispuestas a iniciar a la muchachada en las artes amatorias o a ayudar al elemento ya adulto a aflojar las tensiones de una vida cada vez más ajetreada.
Se denigró a aquellos lugares, denominándolos prostíbulos, casas de citas, mancebías… ignorando los esfuerzos que hacían los responsables por satisfacer las demandas de los hombres de aquel tiempo. Por ejemplo, cuando el cliente llegaba en auto, el conserje del local lo tapaba con una lona para alejarlo de los curiosos. O para dar coartadas a los hombres, los recepcionistas apuntaban en unos pizarrones los resultados y todos los detalles de los partidos de fútbol, entonces cuando los clientes llegaban a sus casas podían comentar el partido como si lo hubieran visto en directo.
No faltaba el padre, hermano mayor, tío o padrino que como ritual iniciático se ofrecía a llevar a debutar al botija “para que se haga hombre”. Generalmente lo esperaba una señora grande, entrada en carnes y con la paciencia necesaria para esos casos en los que estaba poniendo lo suyo para la formación de los futuros hombres de estas tierras. De esa forma se aprendían terminologías tales como el “medio oficio”, el “completo” y otras yerbas mientras la pileta con agua tibia y el jabón espadol aprontaban al botija para salir a la cancha de la vida.
Era así que entraban niños, y salían hombres. Sin embargo, hoy en día hasta se habla de que aquella práctica era permitir que “se abusara” de esos botijas. ¿Cuántos de los muchachos de Colombes y Amsterdam habrán debutado de esta manera? ¿Cuántos de los héroes de Maracaná habrán sido llevados por un pariente a esos lugares de mala reputación pero de nobles fines? Tal vez usted mismo al momento de leer esta nota recuerda con nostalgia aquel momento, que otros lectores más jóvenes no alcanzan a comprender.
QUE VUELVAN LAS LLEVADAS A DEBUTAR DE ANTES, QUE VUELVAN LAS CASAS DE TOLERANCIA Y QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!