Cuando aún no se decidió la posición final que el juvenil combinado uruguayo ocupará en el Mundial Sub 20, lo que es seguro es que pusieron las cosas en su lugar.
Se alzaron voces de euforia acerca de la vuelta de la celeste de antes, ya que como impone nuestra historia, a Uruguay no se lo pizarrea ni se lo babosea sin pagar las consecuencias. Como debe ser, los juveniles se pararon de manos contra los pichones vino tinto con pelos pintados y aires de crack.
Entonces, mientras los moralistas se horrorizan porque un grupo de muchachos de 18 a 20 años reaccionaron ante una provocación demostrando tener sangre en las venas, nosotros podemos decir: “Quedate tranquilo Chengue, que los botijas no hicieron temblar la manga pero seguro que en el hotel no se olvidan más de Uruguay”. Según se informa, el inconveniente estalló cuando Peñaranda comenzó a “babosear” a los celestes por su pasaje a la final tras eliminarnos en semifinales, algo que no gustó a nuestros futbolistas y uno de ellos reaccionó. Ahí se desencadenó un intercambio de opiniones, forcejeos, corridas, y la tranquilidad de que la primera mano que viajó fue de un compatriota. Cabe destacar que participó casi todo el plantel de Venezuela contra seis o siete jugadores nuestros, que justo se habían quedado en el hall del hotel para saludar a sus familiares. En inferioridad numérica y espalda con espalda, correspondía dejar claro que “cuando juega la celeste todo el mundo boca abajo”. Tal vez, si se hubieran juntado rodillitas como ameritaba el contexto de una semifinal, hoy no estaríamos hablando de esto, pero perdido por perdido, la historia impone que alguien que quiere provocar a un representativo celeste no se la lleva de arriba, o no debería llevársela de arriba.
Este conato de violencia que sacudió la tranquilidad del hotel coreano, es un llamado de atención al mundo, para que tengan claro que con Uruguay no se jode. Hagan lo que quieran, toquen la pelota 200 veces seguidas, jueguen el sistema que quieran, pero por favor nunca perdamos la capacidad de reacción y las mañas innatas del ADN oriental. Siempre es saludable que asomen las buenas costumbres, que los Viejos Valores reconquisten su sitial de privilegio, del que nunca debieron alejarse. Para hablar de tal forma que se entienda, y para no agarrar a nadie distraído: hay provocación a un team oriental, debe sí o sí haber una inmediata reacción como la que hubo. Por eso, emociona que siempre termine aflorando ese espíritu indomable que alguna vez supieron mostrar nuestros juveniles en Australia 1993, o el de la mayor que hizo temblar varias mangas y túneles de estadios de todos los países.
Que la FIFA abra todos los expedientes disciplinarios que quiera, que quien corresponda rezongar a los botijas haga lo que considere oportuno, pero el obdulista sabe que no hay nada como la conciencia tranquila y el “sabremos cumplir” ante la adversidad. Cuando los juveniles de Australia ’93 se manifestaron, nos suspendieron para el siguiente Mundial. No importa, si está la tranquilidad de que por el camino, algún venezolano aprendió que hacerse el gracioso con Uruguay equivale a pasar la noche previa a la final del mundo con hielo en el labio o el ojo.
La juventud debe ser rebelde, la juventud oriental aún más. No podemos pretender, que desde temprana edad nuestros players tomen una actitud de poner la otra mejilla. Siempre, pero siempre querremos en nuestro equipo a aquellos capaces de reaccionar ante las baboseadas. Saludamos hoy esta actitud, aunque se nos tilde de primitivos o carentes de educación. Acá hay un pueblo con sangre, y una celeste de antes que siempre aflora en las difíciles.
QUE VUELVAN LOS URUGUAYOS CON SANGRE, ACCIÓN Y REACCIÓN, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!