Remate, lo que se dice remate, el Mago tenía con las dos piernas. Con un fierro le pegaba con pelota quieta o en movimiento, con precisión y dirección. ¿Cuántas veces un técnico o un compañero le habrá dicho: “Remate, Mago!”, al acercarse Fabián al borde del área? Pero esta historia viene por el lado de otro tipo de remate, el ganadero. Como buen hombre de campo, Fabián Alberto O’ Neill se crió rodeado de animales y sabe apreciar un buen ejemplar vacuno, bovino, porcino, o equino para mirarlo, montarlo, asarlo… Haber conocido el mundo gracias a la pelota no hizo que olvidara sus orígenes, por eso no sorprende lo que pasó aquella vez que se juntaron el vaso y el amor por la silueta de los mejores ejemplares de Hereford u Holando.

Una mañana cualquiera, el Mago Fabián fue llevado a un remate de ganado. Amanecido, sin dormir y mamado hasta las patas; se apersonó para disfrutar de la belleza de los grandes ejemplares campeones. Allí, en compañía de allegados y de los participantes en el remate, se convirtió en un blanco fácil al que venderle alguna vaquita. Pero nadie imaginaba el desenlace final, cuando O’ Neill agarró viento en la camiseta y se le empezaron a ir los ojos.

Mientras en un monitor desfilaban los rebaños, él iba levantando el brazo, como un robot, activando así la transacción una y otra vez. Al final le tuvieron que decir que acababa de comprar 1.104 vacas, 250.000 dólares como quien no quiere la cosa. Igual el Mago estaba contento y seguramente no se lo cuestionó en el momento.

Tiempo después, explicaría que se dejó llevar por lo agraciados que eran los ejemplares vacunos: “¿Qué querés? Eran todas preciosas la vacas y yo levantaba la mano porque me gustaban todas”. Para su sorpresa, al regresar a Paso de los Toros, empezaron a llegar boletas de entrega de estancias de todo el país.

Gracias a su abogado, se pudo llegar a devolver a casi todas las vacas. Con el resto, se habrá hecho más de un asado inolvidable de esos en los que cualquier oriental de pura cepa querría estar. Igualmente, de haber tenido que pagarlas todas, el Mago le hubiera buscado la vuelta. Al final, es como dijo siempre: “Plata y miedo nunca tuve”.