Uruguay llegó siempre al partido que define la ida al Mundial con el corazón en la garganta, por no decir con las gónadas a punto de salir por la boca. Aquella tarde inolvidable del 25 de noviembre del 2001 no fue la excepción. Solamente aquel que lo vivió, puede dar fe de esa sensación inexplicable que surge al recordar aquellas gestas de repechaje.
La Celeste llegaba al partido de vuelta en el Centenario tras haber perdido 1 a 0 cinco días antes frente a Australia en el estadio Cricket Garden de Melbourne. Por eso mismo, estuvo con “el agua al cuello” hasta el minuto 90 de la revancha, ya que iba ganando 2 a 0. Esto significaba, ni más ni menos, que si los australianos metían un gol, clasificaban por convertirlo de visitantes.
Esto explica el desahogo casi tan inmenso como la euforia que desató el tercer tanto del Dios de Ébano Richard Javier Morales. Ese día, el Chengue entró en la gloria de los ídolos celestes, y al que no le guste, que le eche azúcar.
Para aquella revancha, explotó el Coloso de Cemento con 75.000 personas copando las tribunas. Fue la tarde de Richard Morales. ¿Cómo olvidar su carrera por la Olímpica después de marcar de cabeza el segundo gol de Uruguay? Uruguay ganó 3-0. El primero lo hizo Debray Darío Silva tras pase de Guigou y el tercero también fue del Chengue tras controlar y tocar el balón ante la salida de Schwarzer. En realidad, el camino lo habían abierto varios héroes anónimos que habían ido a recibir a los australianos al aeropuerto, demostrando la hospitalidad que nos caracteriza.
Después, la locura desatada de un pueblo que salió a las calles en aquel caluroso noviembre montevideano. Nos metíamos en Corea-Japón 2002. ¿Verdad que era más emotivo esto que esta nueva uruguayez de clasificar directo a la que nos vamos encaminando? QUE VUELVA El REPECHAJE DE ANTES, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!