Referente, capitán eterno, desde que se fue, el brazalete de capitán de la celeste llora por su partida. Fue un zaguero moldeado a imagen y semejanza de la vieja guardia del fútbol uruguayo, admirado en todas partes del mundo. Pasarán los años y siempre se buscará un nuevo capitán al que intentaremos encontrar similitudes con Paolo, pero sabemos que eso es imposible.
Su liderazgo dentro y fuera de la cancha lo encontró paseando su carisma con la camiseta de la Juventus entre 1996 y 2005. Antes había debutado en Peñarol y llegado casi por la puerta de atrás al fútbol italiano de la mano del Atalanta. En Italia, aún es recordado por ser titular indiscutible en la Juventus de Turín, formando una infranqueable barrera con Ciro Ferrara.
Hijo de otro recordado leñador como “El mudo” Julio Montero Castillo, Paolo atesora la marca de ser el jugador con más expulsiones en la historia de la Serie A italiana (16). En casi 200 partidos jugados con la Juve, sólo metió un gol, pero lo suyo era otra cosa.
En su palmarés tiene cuatro Ligas, dos Copas y tres Supercopas de Italia, una Supercopa de Europa y una Intercontinental
Con la Celeste, jugó 61 partidos y metió cinco goles. Lamentablemente no pudo tener una despedida acorde a su grandeza, ya que su último partido fue en la vuelta contra Australia en el repechaje para Alemania 2006 (partido donde además se retiró lesionado). Un detalle que pinta la grandeza y el liderazgo del gran Paolo: cuando volvió a Peñarol para retirarse, jugó 26 partidos. Peñarol no perdió ni uno de esos 26.
Paolo era un jugador muy duro, a veces hasta demasiado. Pero esa dureza siempre estaba al servicio de su equipo, siempre bien dispuesto al foul con tal de cortar una jugada de gol del rival. Sabía intimidar, marcar su territorio y comerse a aquellos delanteros de personalidad floja. Un verdadero líder, respetado por propios y extraños porque sabían que no se iba a achicar ante nadie.
Siempre el primero el levantar a su equipo ante la adversidad. Un cirujano sin anestesia, determinante. Siempre con la piña bien puesta al principio del partido para torcer el partido a favor de su equipo. Uno de nuestros próceres, un verdadero prohombre de la celeste de antes.