El Pepe Sasía jugó al fútbol y fue guapo cuando para jugar al fútbol había que ser guapo de verdad, viviendo siempre fiel a sus principios y enfrentándose a las injusticias. Un orejano que nunca traicionó sus convicciones, ni dentro ni fuera de la cancha.
Cuando empezó a despuntar con la celeste en el pecho, Boca Jrs. de Argentina compró su pase por una cifra récord. Allí se iba a encontrar con Antonio Rattín, capitán del equipo y futura leyenda del club (en otras palabras, el dueño del cuadro). Y claro, un tipo con la categoría y la personalidad del Pepe representaba una amenaza a su liderazgo, porque cultivaba el bajo perfil y era hombre de pocas palabras frente a quienes no respetaba.
Ya en los primeros partidos, Sasía (que no mascaba vidrio) advirtió que lo mandaban a jugar al medio, siendo un centrofóbal de excepción. Ahí nomás se hizo la cabeza de que Rattín le estaba haciendo la cama, no aguantó más y lo invitó a pelear. Mano a mano, la única manera de poder decir que uno se peleó con alguien. Al Pepe no le importó que el argentino fuera el capitán de Boca, ni que midiera 1.90 y pesara 90 kilos contra su 1.75, mucho menos tener que irlo a buscar hasta la casa para arreglar las cosas como los hombres. Y ganó el Pepe, claro, ¿había otra alternativa?
Eso sí, después de ahí, no jugó más en Boca pero se dedicó a cultivar las amistades que ofrecen la noche y la bohemia. Anduvo por las buá con el Gordo Porcel, Javier Portales, el Polaco Goyeneche y con el gran Julio Sosa, “El Varón del Tango”. Pero ojo, también se hicieron grandes amigos con Rattín, después de saldadas las cuentas. No podía ser de otra manera, cuando enfrente había un hombre que también destilaba Viejos Valores y compartía la misma vocación pendenciera que el hombre con “cara de murga y nariz de rey”.