Arrancamos el día enterándonos de que había un gran apagón en todo el país. El pueblo oriental –el obdulista y el calendarista- esperaba ansioso que se hiciera la luz. Y para algunos (ellos), vaya si se hizo. Para otros (nosotros), la cosa terminó tan oscura como empezó la jornada.

¿Por dónde empezar a hablar sobre un partido en el que el VAR fue más protagonista que el BAR? Los nuestros fueron favorecidos por este nefasto artilugio tecnológico con la expulsión de un ecuatoriano en una incidencia que había sido sancionada con amarilla, por lo que no había nada que festejar. Así se fue un primer tiempo en el que apareció más el juez mirando la televisión que los jugadores, el encuentro parecía un partido del fútbol ese con pelota ovalada que juegan los gringos. Para peor, la única interrogante que quedaba al término de la primera mitad, era qué se hacía con los segundos ‘45. Porque está bien ganar y por momentos tener buen juego, pero el uruguayo quiere una dosis de emotividad que ganando 3 a 0 tras el primer tiempo no se puede tener. No puede pasar que los players entren al complemento riéndose y saludando a las familias en la tribuna, deliberando entre ellos qué van a cenar después de match o pensando qué van a postear en las redes sociales.

Pero el segundo tiempo iba a ser peor, porque incluso llegaría un gol uruguayo por la vía de la asistencia tecnológica. Un gol en contra al que todavía hubo que revisar, al que todavía hubo quienes tuvieron el tupé de celebrar alborozados o tirando pirotecnia. Así pasó el complemento, intrascendente y sin un atisbo de gónadas en la garganta ni un rival que se viniera arriba y complicara el trámite o un equipo uruguayo que esperara para el eventual contragolpe. ¿Qué hicimos en cambio? 585 pases, con una precisión digna del mejor de los billaristas y una serie de jugadas asociadas que motivaron incluso algún infame “ole” de la tribuna calendarista. Así, no. Por favor, respetemos el legado.

Había una vez una celeste que, asomando por el túnel, dominaba la emoción. La de hoy dominó la posesión, los tiros al arco, la cantidad de pases, la precisión y los córners; pero no dejó espacio para emocionarse demasiado. Todavía el DT rival nos definió como “un equipo europeo” en la conferencia de prensa y algunos se pusieron contentos. La verdad, solo faltó que llovieran pétalos de rosa desde las tribunas. En un día que amaneció a oscuras, la sensación reinante en muchos es que el equipo estuvo iluminado. Sin embargo, para nosotros fue una jornada que terminó tan oscura como empezó y para peor, no hay ningún bar abierto en el barrio que nos ayude a superar el trago amargo. Que vuelvan los 1-0 sufridos y en la hora, que vuelvan las tarjetas rojas y los trámites épicos, que vuelva la celeste de antes.