El argentino Passarella, a pesar de ser extranjero, tuvo algo bueno en su pasaje como técnico de la Celeste. Fue el que mejor supo cuidar a Fabián, permitiéndole ciertas libertades para que el mago isabelino pudiera estar tranquilo para desplegar toda su categoría en la cancha, donde debía estar lúcido. Fuera de los límites del campo de juego, el entrenador lo dejaba tomar una cervecita después de entrenar, y de esa forma la cosa iba bien.
Esta anécdota pinta lo que era una concentración uruguaya como debe ser, con tambores, con vino, con alegría, sin ensaladas de rúcula y otras cosas raras. Una época en la que los jugadores llegaban a al país y se reencontraban con los afectos, con los amigos, disfrutaban de asados, de salidas nocturnas y después volvían a la concentración para afrontar sus compromisos como deportistas de alta competencia que representaban a un país.
Es de reconocer que a pesar de no haber nacido en esta tierra, el orientador argentino supo comprender la esencia del jugador oriental. Hoy en día ya no hay concentraciones así, ya los jugadores no traen alegría al grupo, como alguna vez dijo Fabián. Precisamente el dios O’ Neill contaba esta anécdota que muestra qué distintas eran las cosas hace algunos años: “Cuando venía a jugar por Uruguay aterrizaba y quería hacer 200 asados por día: terminaba de hacer un asado en un lado y salía a hacer asado en otro lado, con todo el mundo. Un día caí mamao a la concentración y estaban todos tocando el tambor, había llegado tarde y Passarella me dijo: ‘Sentate ahí’. Empezaron a tocar candombe, faltaban cinco o seis días para el partido. Entonces Passarella me dijo: ‘Dale, bailá’, le respondí: ‘Mire que si salgo a bailar no paro nunca más’ y me dijo: ‘Entonces quedate quietito ahí’.
¿Alguien se enteró de que el grupo se haya escandalizado porque Fabián cayó mamao? ¿Pasó algo con el técnico? No, porque estos gladiadores barrían para adentro, y entre tambores y charlas de hombres de verdad se preparó el partido y todo quedó en el recuerdo. Un Mago auténtico, que además de ser amigo del “negro chengue, el negro OJ, el negro mende, el negro darío, el negro regueiro y de todos los negros en general” lleva el tambor en la sangre y esa noche se quedó con las ganas de bailar. Debe haber sido un espectáculo un Mago danzando al son de los cueros, en una postal de planteles que recordamos con nostalgia. El reconocimiento para el DT, que además de dejarlo llegar mamao le dio la chance de bailar un ratito, pero el Mago quería toda la noche!
QUE VUELVAN LAS CONCENTRACIONES DE ANTES, REGADAS DE TINTO EN DAMAJUANA Y TAMBORES, QUE VUELVAN LOS TÉCNICOS CÓMPLICES, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!