Llegaba al coloso de cemento el publicitado equipo chilenito con su Copa América grabada en el pecho. ¿Se imagina si nos pusiéramos las 14 nuestras e incluso la 15 teñida de calendarismo en nuestra casaca? La historia comenzó con una moderada silbada de himno a los chilenitos, mientras Scelza se horrorizaba. ¿Acaso cuando vamos a otros países no nos silban el himno? Carmelitas descalzas a otro lado, al que no le guste que no venga.

Consideramos correcto el haber saludado a Jarita, demostrando estar por encima de un mediocre player que tiene como mayor mérito deportivo haberle metido un dedo en el esfinter al hermano de Patoruzú Guglielmone. Indiferencia, y a otra cosa. Cada vez que lo enfocaban tenía una cara de susto bárbara. Si para rematar hubiéramos citado al Chengue para ponerlo 5 minutos y parársele al lado diciéndole “¿por qué no me metés el dedito a mí?”, se hubiera ido corriendo hasta Chile pobre muchacho.

Pasando a lo importante, hay varias cosas a destacar. Desde el arco, un Muslerita de negro avanza algo en lo que debe ser un goalkeeper, pese a los detalles en verde. Otra vez los obreros anónimos que le marcan a usted que se va por el buen camino, como cuando su patrona le dice “a este Corujo nunca le había visto la cara”, o “¿cuándo vuelve el capi Lugano?”.

Entonces, de la mano de los obdulistas de siempre como el capitán Roberto Godín, el Cacha más relleno que nunca, el Mono, y nuevos players que nos hacen sentir representados, porque uno mira al Tío Chiche Corujo, al Pato Sánchez, a Coates, y se siente cercano a jugadores que no están para el modelaje ni para cosas raras. Así se fue forjando una victoria a la uruguaya.

De una scaramuza luego de una falta a favor de Uruguay, con manotazos, empujones, manos en la cara, puteadas y esa sensación de que podía pasar algo, vendrían buenas noticias. cabe igual decir que si estaba el Negro Chengue o el Canario se hacían un collar con los chilenitos, pero la dejamos pasar. Pelota quieta, tiro defectuoso de Corujo, y la zaga oriental que ante la falta de delanteros de viste de 11 y de 9 para la algarabía de la falange compatriota.

Coates asiste y Roberto Godín define como un 9 de área para empezar a ganar el partido. Diga usted si no fue apoteótico ver al capi a las puteadas con los chilenos y acto seguido clávandolos como corresponde! A hacerse los pesados a otra parte muchachos.

Llega el entretiempo, con “piernas flojas” Sánchez queriéndose llevar a algún uruguayo, con el técnico argentino desterrado puteando a nuestros players… Otro palito acá, ¿no hay un colaborador, un Pato Celeste, un equipier que lo amedrente, que se sacrifique por el equipo?

El quetejedi en su vuelta y con gran lucidez retira del campo a Livianico, una vez más intrascendente, y da ingreso al obdulista Palito. Acto seguido, gol del moreno elemento impactando con la mollera decretando el 2-0 en el score. Llega el tercer gol, obra de Cáceres, los cambios que ponen un triple 5 en el campo como marca nuestra historia, y el momento que podría haber sido orgásmico cuando el otrora esbelto Arévalo Ríos entró al área eludiendo y casi anotando el primer gol de su carrera con la Celeste. Queda para la risa el pobrecito muchacho metrosexual número 9, saliendo con su equipo perdiendo 3 a 0 y haciendo gestos a los hinchas. Algo que sólo puede hacer un chileno.

Pasó el campeón de América por el coloso de cemento, y se impuso la historia. Apenas algunas cosas para criticar, y varias para reconocer. Así siempre va a ser más fácil obtener resultados si van emparentados con nuestra esencia. Porque como decimos siempre, es una cuestión de formas y no de contenido. QUE SE SIGA POR ESTE CAMINO, Y QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!