La del último partido ya eliminados fue una buena oportunidad para comprobar que en esos momentos, y aún no sintiéndonos representados por la mayor parte de este equipo, los que quedamos somos los de siempre. Los exitistas, las damas que claman por más jugadores lindos en la selección, los que se pintan la cara con rebuscados diseños los días de partido, todos esos estaban durmiendo o mirando la novela del momento esa de “juego de trolos”. Todo dicho, eso habla del rumbo que está tomando esta sociedad.
Seguro usted se tomó un tinto lija o una cerveza helada mirando a los calendaristas apabullar a estos pobres morenos que como dijo el Mago del Chengue, “de fúbol, poquito”. Usted los mira igual, no importa la hora, la actitud, el resultado, usted mira a Uruguay y se calienta, putea en la noche cerrada y aunque los botijas duerman.
Tal vez el pueblo obdulista quiera volver a los tiempos en que clasificábamos a un mundial si, y dos no. Generaciones enteras no tenían idea de lo que era ver a Uruguay en un mundial, pero cómo disfrutábamos ir a un mundial después de 12 años de ausencia. No importaba si pasábamos o no de fase, que nos golearan y que no le ganáramos a nadie, porque lo mas importante era estar en el mundial y dejar algún tipo de huella por la rusticidad de nuestros elementos, por la violencia de los mismos o por las dos cosas. Pero más allá de circunstanciales resultados deportivos, usted no tenía que bancarse a la vieja o a la patrona opinar de cuestiones tácticas o sugerir qué players eran los más agraciados físicamente. Simplemente no existía ese interés externo que tanto mal ha hecho.
Ya no hay de aquellos planteles celestes formados por jugadores vivos dentro y fuera del campo de juego, esos sabían dosificarse, salir de joda, pudrirla dentro o fuera de la cancha y pelearse con los dirigentes por premios o porque sí nomás.
QUE VUELVA EL PÚBLICO DE ANTES, QUE VUELVAN LOS PLANTELES DE ANTES, QUE VUELVA LA CELESTE DE ANTES!