Cuando a un botija lo empujaban para adentro de la casa de tolerancia, tenía que responder y hacerse hombre. Justamente eso fue lo que hizo Valverde como todo un obdulista: callado, sin estridencias, sin que casi se le conozca la voz. Y con la 4 de Paolo. Ganarles a los paraguayos de visitante con dos goles de rebote, siempre es positivo. ¿Lo negativo? Tal vez la excesiva posesión en el primer tiempo. Puerto Sajonia era antes un lugar inexpugnable, por eso era hasta injusto que un equipo uruguayo terminara un primer tiempo con mayor posesión que el rival y sin recibir ningún sablazo guaraní.

Cuando se entendió que el toqueteo inocuo no conducía a nada, además de que tenía a un pueblo atónito frente al televisor, se encontró el camino al gol en dos oportunidades. ¿Y qué puede haber más emocionante que un gol en contra o de rebote? Porque goles con 32 toques consecutivos puede hacer cualquiera, pero ganar de visitante con dos jugadas fortuitas hace que la cosa se disfrute más. Ese segundo tiempo con el agua al cuello, ligando y defendiendo con uñas y dientes, hizo que al menos se abra la puerta de la esperanza.

El botija Valverde mostró pasta de obdulista, porque entrar de esa forma no hace más que darnos señales positivas sobre sus condiciones. Sin tatuajes, sin peinados raros, con cara de chiquilín de antes y la casaca del gran capitán Ronald Paolo Montero, demostró de qué está hecho un oriental de pura cepa. También fue positivo el cambio táctico de poner al Cacha por Suárez, porque no hay triunfo uruguayo en el exterior en el que no se ponga a un volante de marca por un delantero para hacer tiempo. ¿Quizás debió el Cacha inmolarse y levantar a un paraguayo en la pata? Tal vez sí, aunque sea para sacarse el frío o de caliente por haber perdido la titularidad. Por supuesto que no está mal ganar, mucho más en un lugar donde no habíamos ganado nunca. Tal vez el obdulista de a pie echó en falta algún roce típico de un partido ante Paraguay, de repente alguna intervención subida de tono que nos hubiera dejado en la inferioridad numérica que tantas veces ha sacado lo mejor de nosotros, como para sumar elementos épicos.

Ahora será tiempo de defraudar al hincha calendarista/exitista con una derrota en Venezuela que nos permita llegar a la última fecha en posición de acceder a nuestro repechaje. No olvidar que, de esa forma, se estaría resignando un millón de dólares para las arcas de la Asociación, además de que se perdería una instancia de asado para tantos obdulistas que encuentran en los partidos de Uruguay el pretexto ideal para reunirse con las amistades. Una Celeste de antes que se precie de tal, deberá siempre intercalar alguna decepción tras un resonante triunfo en el extranjero, para jugarse todo ante una Bolivia eliminada como le gusta al verdadero hincha.

En caso de confirmar la clasificación al Mundial, será tiempo de cancelar el contrato que obliga al uso de la nefasta casaca amatambrada, para ir hablando con los amigos de Enerre o L-Sporto. De esa forma, estará volviendo la Celeste de antes, al menos en forma de indumentaria. La 4, aunque no juegue en el mismo puesto, para Valverde, el botija de peinado a lo Zitarrosa y pocas palabras.