Lo veníamos viendo venir, todito el nuevouruguayismo se desplazó hasta Porto Alegre, cantando las canciones de “Celeste, regalame un sol” y cosas por el estilo, tomando mate en recipiente de silicona con yerba para bajar de peso y buscando restoranes de sushi en una app. Calendarismo y exitismo en su máxima expresión, para lo que debía ser una fiesta ante la Sub 23 japonesa.
Pero lo sabe todo el mundo, no se puede querer ganar un partido contra 11 cinturones negros de karate y terminar sin tarjetas de ningún color. Ni un tranque fuerte, ni una tirada de carrocería contra la línea de cal, ¡ni una patada! Nada. Ribair Rodríguez y el propio player Paiva, ¿no tenían lugar en este equipo? Porque ya quedó demostrado que cuando los Bastriboys no pueden, hay que tener otro tipo de variantes que este equipo no tiene.
El equipo cumplió con ese desempeño magro que debe venir siempre cuando se empieza a expandir la sensación de favoritismo que nunca hay que tener, hay que estar tranquilos porque estas performances sirven para alejar al flagelo del exitismo del entorno del combinado. Pero una cosa es jugar mal, que a cualquiera le puede pasar, otra es ser inocuos dentro del campo de juego. Así pasan las cosas, si nadie dentro de la cancha pega tres gritos, si nadie desde el banco pega uno o dos y nadie desde la tribuna intenta más que un tímido “soy celeste”.
Apenas algún arresto individual que termina con el gol de cabeza de un zaguero que nunca debe faltar en cualquier presentación del team uruguayo, para enmendar incluso la deshonra de haber empatado a uno por la vía del VAR. Pero era muy poco, no había tambores en la tribuna que contagiaran a los que se estaban jugando la ropa dentro del campo, ni un repique entre casi un 1% de nuestra población.
Acá sabemos que no pasó nada, que estos partidos fortalecen la fibra íntima para salir a definir todo contra los chilenitos en el último partido. Con un poco de suerte, la mitad de estos calendaristas exitistas ya se volvieron con la valija llena de ofertas del free shop. Quedó comprobado, 20.000 calendaristas son capaces de secar hasta la ropa que el resto del Uruguay tiene mojada luego de los días de intensas precipitaciones. Para peor, estos no van a traer ni ticholos ni caña brasilera; porque se están cuidando. Habría que cerrarles las fronteras.
Que vuelvan los magros desempeños de antes con cuatro o cinco amarillas y alguna roja, que vuelvan los hinchas de antes y que vuelva la celeste de antes que no precisaba de ningún var, menos en la tierra donde Obdulio recorrió los bares bebiendo con los vencidos.