No fue una conferencia de prensa más, la dada por el señor Luis Alberto Suárez. Para muchos, habló de muchas cosas inherentes a este Mundial y del famoso proceso, como se encargaron de destacar todos los medios. También hablaron todos de las palabras que dedicó Suárez al francés que quiere ser uruguayo, de cómo se lo ve mucho más maduro, de la emoción al hablar de sus hijos…
Pero claro, memoria selectiva es lo que tienen esos mismos medios que tergiversan la realidad y le quieren hacer creer a la gente que la selección uruguaya nació en el año 2006. Y así van evangelizando desprevenidos con caminos y recompensas, a otros con la oportunidad de pintarse la cara y salir a festejar algo, a otras con la posibilidad de meter vicheta a algún modelito con la excusa de ver los partidos. Y así vamos, los de toda la vida, los que recordamos a otros gladiadores que no tuvieron la misma suerte y fueron olvidados. O lo que es peor, denostados, barridos para abajo de la alfombra, vilipendiados por quienes pretendieron borrar de un plumazo más de 80 años de historia.
Hoy usted le dice a un joven que Paolo Montero haría una gran dupla de zagueros con Roberto Godín, y lo miran como si le estuviera nombrando a un NN. Ni que decir si menciona la estoicidad de Robert Dante Siboldi en el arco oriental, la picardía de Peter Méndez dándose maña por todo el frente de ataque. Ni se le ocurra mencionar a nadie de antes del 2006.
Pero por suerte, aunque haya pasado desapercibido, no vamos a dejar pasar estas declaraciones que nos llenan de satisfacción. Porque si algo hace que se mantenga la esencia del jugador uruguayo, es saber escuchar a los referentes y copiar los ejemplos. Incluso de aquellos hombres, prohombres, que pretendieron erradicar de la memoria colectiva. “Cuando llegué miraba a Diego (Lugano), al Loco (Sebastián Ábreu), a Andrés (Scotti), a Pablo García… jugadores que uno miraba y aprendía de lo profesionales que eran. Se fueron yendo. Ahora quedamos algunos y los jóvenes nos miran a nosotros, pero nadie se cree mejor que los demás. Eso crea un buen grupo”. Los primeros tres son conocidos para el público calendarista, porque hasta hace relativamente poco estaban en la selección. Pero damos fe de que no habrán sido pocos los compatriotas que pensaron que el Pablo García mencionado por Suárez era algún empleado del complejo. De los poco conocidos, porque hoy hasta el utilero es famoso.
No, Pablo García, estimados, es aquel que hoy en día jugaría de galera y bastón en el medio celeste. Incluso con todos los bastriboys. Y se sentaría con cara de pocos amigos en el comedor a tomar mate y escuchar folklore, hasta que se le antojara hablarle a alguno. Y así se iban forjando los botijas. Al punto tal que, muchos años después, Luis Alberto Suárez tuvo el gesto de mencionar al gran Canario García como uno de los referentes que lo marcó en sus inicios.
No hace falta decir más nada, el Canario sigue vigente en el complejo y Suárez se ganó el cielo obdulista, además dejándose la barba como debe ser en un referente. Que vuelvan los referentes de antes, que vuelvan los botijas humildes y los grupos de antes. ¡Que vuelva la celeste de antes!